Caída libre
“Pues él ordenará a sus ángeles que te protejan por donde vayas.Te sostendrán con sus manos para que ni siquiera te lastimesel pie con una piedra” (Salmo 91:11, 12, NTV).
¿Te has caído alguna vez de tu bicicleta, o de un árbol, o del techo de tu casa? No es nada divertido, ¿verdad? Piensa en lo que sería caer de un avión, desde miles de metros de altura, unos cinco kilómetros, para ser exactos. Eso es lo que le ocurrió a Nicholas Alkemade el 23 de marzo de 1944. En una misión de bombardeo durante la Segunda Guerra Mundial, Nicholas tuvo que saltar de su avión y cayó casi 5.500 metros sin paracaídas… y vivió. Así es, sin paracaídas. ¿Cómo es posible? Solo con la ayuda de los ángeles de Dios, puedes estar seguro.
Nicholas era el artillero de cola de un bombardero británico en una misión nocturna a Berlín cuando su avión fue derribado por aviones de caza alemanes. Cuando el capitán ordenó a la tripulación que saltara en paracaídas, Nicholas descubrió que su paracaídas estaba en llamas. En lugar de morir quemado en un avión fuera de control, optó por saltar sin paracaídas. Aterrizó entre árboles y montículos de nieve… y solo sufrió una torcedura de rodilla y algunos cortes. ¡Ningún hueso roto!
Nicholas Alkemade no fue el único “caedor libre” milagroso. El teniente Chisov, un aviador ruso, cayó 6.700 metros sobre Alemania, se golpeó contra el borde de un barranco cubierto de nieve y, de alguna manera, sobrevivió. En Francia, Alan Magee cayó 6.000 metros y se estrelló contra el tragaluz de una estación de tren; se recuperó. Olen Bryant cayó 3.000 metros en las montañas de Italia. Al aterrizar en la nieve profunda, sufrió lesiones en el cuello, la espalda, la pelvis y la cara, pero sobrevivió. La única explicación lógica para la supervivencia de estas personas es la existencia y el trabajo de los ángeles.
La promesa de Dios de que ordenará a sus ángeles que te protejan se aplica cuando te caes de un avión, sin paracaídas en la espalda, y llegas a tierra estupefacto y vivo. También se aplica cuando quieres seguir a Dios, pero sigues cayendo en la tentación, o cuando sientes que has caído demasiado lejos para que él te salve.
Permíteme asegurarte que nunca, jamás, puedes caer demasiadas veces o demasiado lejos de él como para que sus ángeles no te puedan llevar en sus alas. Puede que no sientas un paracaídas deteniendo tu caída, o que no veas las alas brillantes y plateadas de sus agentes angélicos, pero su promesa siempre es cierta, y siempre será cierta para ti.