Pony Express
“Algunos confían en carros, y otros en caballos; mas nosotros en el nombre del Señor nuestro Dios confiaremos” (Salmo 20:7, LBLA).
¿Has montado alguna vez a caballo en la pradera y sentiste el viento azotando tu cabello? ¿Has contemplado los campos dorados de trigo ondulado, has visto el cielo azul profundo y has oído a las alondras llamarse unas a otras? Si hubieras vivido hace 150 años, probablemente habrías experimentado esto y mucho más: tormentas y ventiscas, lobos y osos salvajes, y nativos hostiles y renegados…, especialmente si eras uno de los jinetes del Pony Express, un servicio de correo rápido
El 3 de abril de 1860, el primer jinete del Pony Express salió de St. Joseph, Misuri, Estados Unidos, y se dirigió al oeste. Los jinetes recorrían de 15 a 25 kilómetros a toda velocidad para llegar al siguiente puesto de control. Allí, montaban un nuevo caballo y volvían a salir; y cada 120 a 160 kilómetros, continuaba el recorrido un nuevo jinete. Ciento cincuenta estaciones de relevo salpicaban el camino de los pioneros a través de los actuales estados de Misuri, Kansas, Nebraska, Wyoming, Colorado, Utah, Nevada y California. Se les pagaba a los jinetes 25 dólares a la semana, y solo se empleaba a huérfanos o a hombres sin familia, ya que el trabajo era muy peligroso. Entre los jinetes se encontraba el legendario explorador William “Buffalo Bill” Cody, que se enroló en el Pony Express a los catorce años. Hombres como “Buffalo Bill” cabalgaban por las praderas, vadeaban ríos y cruzaban montañas para entregar el correo. Quizá has oído la vieja expresión: “Ni la lluvia, ni la nieve, ni el aguanieve, ni la oscuridad de la noche impedirán a estos mensajeros completar rápidamente sus recorridos”. Sin duda, estas palabras se inspiraron en el Pony Express.
¿Y cuánto tiempo solía tardar un jinete en llegar al destino de la costa oeste, Sacramento, California? Bueno, no vas a creer esto, pero esos jinetes y sus paquetes de correo llegaban a Sacramento, a casi 3.000 kilómetros de distancia, en solo diez días. El Pony Express cautivó la imaginación de los Estados Unidos, pero solo duró un año y medio antes de ser sustituido por el telégrafo.
Aunque podemos inspirarnos en el valor y la dedicación de los jinetes del Pony Express, David nos recuerda que no podemos confiar en los caballos. Siempre hay algo que puede detener a un caballo, pero no hay absolutamente nada que pueda detener el amor de Dios. Nada puede impedir que él te ame. Es lo único en lo que realmente puedes confiar.