De mal en peor
“Tu fidelidad se extiende a cada generación, y perdura igual que la tierra que creaste” (Sal. 119:90, NTV).
A veces, antes de mejorar, las cosas empeoran bastante. Dios llamó a Moisés para sacar a Israel de Egipto. Aunque no se sentía capaz, Moisés obedeció. ¿Qué sucedió inmediatamente después? El faraón no solo se negó a dejar ir al pueblo, sino además endureció su servidumbre. Dejó de proveerles la paja para hacer los ladrillos de barro, pero les exigió que produjeran la misma cantidad, y los capataces les daban golpizas cuando no lo lograban. ¡La intención del faraón era que el pueblo de Israel no tuviese tiempo ni energía para soñar con ser libre! Confundido, entonces, Moisés le preguntó a Jehová: “¿Por qué me enviaste?” (Éxo. 5:22).
Muchas veces, cuando respondemos al llamado de Dios, en cualquier área de nuestra vida, las cosas empeoran y nos sentimos confundidas. Sin embargo, como escribe Steven Cole en su artículo “The Plan isn’t working”, “cuando comienzas a servir al Señor, ingresas a la infantería. El príncipe de las tinieblas comienza a apuntar en tu dirección. Generalmente, las cosas no se vuelven más fáciles y tranquilas. Las cosas empeoran”. Esto no debiera sorprendernos ni detenernos. La táctica del enemigo es la misma que la del faraón. Pero si ante la dificultad nos rendimos, continuaremos siendo esclavas.
Cuando llegan los problemas, dudamos de dos cosas: de nuestro llamado (¿Habré entendido mal? ¿Soy la persona indicada?) y de la fidelidad de Dios (¿Me puede librar Dios de esto? ¿Le importa?) Respondiéndole a Moisés, Jehová aclaró ambas dudas: afirmó a Moisés en su llamado y reiteró su amor por Israel (Éxo. 6). Si al avanzar en la dirección a la que Dios te está llamando las cosas empeoran, no permitas que el enemigo te robe tu oportunidad de ser libre. ¡No hay ejército que pueda detener al Omnipotente! Si con fe dependes de su fuerza, la victoria está asegurada.
Señor, cuando las circunstancias empeoren, en lugar de mejorar, recuérdame tu fidelidad para con el pueblo de Israel. Cuando me sienta tentada a dudar de tu llamado, recuérdame que toda palabra que sale de tu boca no regresará vacía, sino que se cumplirá. No me daré por vencida, porque me llamaste para hacerme libre.
Amén