Obediencia ciega
“Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba” (Hebreos 11:8, RVR).
Quizás has jugado al juego de intentar llegar a la meta con los ojos vendados, guiado solo por la voz de alguien que te da indicaciones. ¿Es fácil dejarse guiar? No siempre, ¿verdad? Obedecer ciegamente no es tan sencillo.
Nuestro versículo de hoy tiene que ver con ese tipo de obediencia, la obediencia ciega. De hecho, no es un versículo fácil de entender. La Biblia nos dice que Abraham, por fe, salió de su casa, y se fue. ¿A dónde? Mmmm, él no lo sabía. ¡Imagínate! Salir con toda la familia, siervos, animales, y todas sus cosas, pero sin saber a dónde iba. Abraham obedeció, teniendo fe en que Dios tenía un propósito, aunque él no lo entendiera.
Hay veces en las cuáles tenemos que obedecer “a ciegas”, sin saber por qué. Cuando mis hijas eran más pequeñas, muchas veces no podíamos explicarles las razones de por qué les decíamos que hicieran una cosa o la otra. ¿Cómo explicas a una bebé los peligros de la electricidad, cuando quieren meter los deditos en el enchufe? A veces, incluso, no hay tiempo para explicar razones. ¿Hay tiempo cuando un auto está a punto de atropellarte? ¡Claro que no! Apenas da el tiempo de gritar: “¡Para!”
Dios también actúa así con nosotros algunas veces. En este mundo, con nuestra inteligencia afectada luego de tantos años de pecado, no tenemos la capacidad de comprender muchas cosas. Al no entender el por qué Dios nos pide ciertas cosas, podemos llenarnos de dudas, y obedecer sin muchas ganas. O, lo que es peor, dudar de la sabiduría de Dios y desobedecer, porque creemos que nosotros sabemos más. ¡Cuánto peligro hay en esto!
Hoy vemos muchísimas personas que pretenden tener una comprensión e inteligencia iguales a las de Dios. Estas personas dicen: “No puedo obedecer, porque no entiendo lo que Dios dice, no entiendo lo que Dios pide”. Así, pierden las bendiciones del cuidado divino.
Recuerda: no siempre comprenderás lo que el Señor pide de ti. No permitas que esto te haga dudar ni desobedecer. El Padre que te ha cuidado con amor sabe lo que es mejor para ti. Obedece sin dudar, con alegría, aunque no puedas entender el por qué. Obedece ciegamente, sabiendo que un día Dios contestará con paciencia todas tus preguntas.
Cinthya