Oraciones específicas
“Así que les digo, sigan pidiendo y recibirán lo que piden; sigan buscando y encontrarán; sigan llamando, y la puerta se les abrirá” (Luc. 11:9, NTV).
Las hijas de mi amiga Florencia están orando para poder tener un perro. Como la familia no tiene fondos para mantener a una mascota, hace semanas que las niñas oran. Una noche, cuando su hija menor estaba tan entusiasmada que casi no podía dormir, Florencia le explicó que, debido a su situación económica, podía pasar un largo tiempo antes de que adoptaran a un perrito. Al día siguiente, sin embargo, Florencia se sintió mal por haber hecho ese comentario. “No quiero que mi pragmatismo tiña su fe”, me explicó Florencia. Ella volvió a hablar con sus hijas y les dijo que aunque no sabía cuándo ni cómo, Dios contestaría y debían continuar orando de forma específica.
A veces no oramos de manera específica porque tenemos miedo de que nuestra fe se marchite si Dios no contesta de la forma en que esperábamos. Orar genéricamente, como quien mira vidrieras sin intención de comprar nada, previene desilusiones, pero también impide que crezcamos en la fe. En su libro Aventuras en la oración, Catherine Marshall escribe: “Hacer que nuestros pedidos sean específicos nos obliga a dar un paso adelante con fe. La razón por la cual la mayoría de nosotros nos limitamos a vagas generalidades cuando oramos no es porque tengamos en alta estima a Dios, sino al contrario. Tenemos miedo de perder la poca fe que tenemos si oramos por algo concreto y no nos es concedido”. Es el miedo, no el respeto por la voluntad de Dios, lo que nos lleva a tomar una ruta “segura” y no arriesgar nada.
Sin embargo, el peligro más grande es nunca correr el riesgo; es no recibir porque no nos atrevemos a pedir. Cuando nos negamos a arriesgarnos, renunciamos al milagro. En La oración, Elena de White escribió: “Forma parte del plan de Dios concedernos, en respuesta a la oración hecha con fe, lo que no nos daría si no se lo pidiésemos así” (p. 59). Honramos a Dios cuando creemos, persistimos y pedimos aquello que solo él puede hacer. Te invito a que tus oraciones sean específicas y audaces. Lleva tu corazón entero al altar, con tus verdaderos sueños y anhelos. Allí, frente al Padre celestial, ofrece una ofrenda completa, sometiéndote humildemente a su voluntad.
Señor, no quiero que mis oraciones sean generalidades insípidas. ¡Quiero una fe viva y audaz! Dame coraje para pedir lo que solo tú puedes hacer y humildad para someterme a tu voluntad. Gracias, porque tu amor y generosidad exceden a mi imaginación. Amén.
Amen