Enrique y la gallina
“…Porque yo siempre hago lo que le agrada” (Juan 8:29).
Cuando obedecemos a Dios, demostramos que lo amamos. La Biblia dice: “Porque este es el amor de Dios: que guardemos sus mandamientos” (1 Juan 5:3). Así que todos tenemos que obedecer a Dios. Deseas obedecerle por amor, ¿verdad?
Recuerda, no basta con obedecer algunas veces, quizás cuando tienes ganas, o te conviene. Lo que realmente te protegerá es obedecer siempre. Porque ¿quién es el que dice: “Hijos, obedeced a vuestros padres” (Efe. 6:1)? Es Dios. ¡Y no olvides que lo dice porque te ama!
Cuando Enrique tenía cinco años, fue a visitar a su abuela que vivía en una granja. En esa oportunidad, su abuela le advirtió que no se acercara a la gallina que tenía pollitos, porque podía picotearlo, pensando que se acercaba con la intención de lastimar a los pollitos. Enrique le prometió que no lo haría.
Pero luego, cuando vio a los pollitos con sus plumitas tan suaves, quiso tocar uno. El pollito corrió para escaparse y la mamá gallina corrió hacia el niño y le dio unos picotazos en la mano. Enrique se puso a llorar y salió corriendo a buscar a su abuela. La abuela lo abrazó hasta que dejó de llorar y luego le explicó que la mamá de los pollitos pensaba que él iba a lastimar a los bebés y trató de protegerlos.
La abuelita le dijo que podía volver a salir, pero le recordó que no debía acercarse a la gallina. También le advirtió que no se acercara a la gansa, porque tenía gansitos y era mucho más grande que la gallina, y podría hacerle mucho daño si trataba de acercarse a sus bebés. El pequeño le prometió a su abuela que no los tocaría, ¡ni siquiera se acercaría a ellos!
¿Crees tú que esa vez Enrique habrá cumplido su promesa? ¡Claro que sí! Ya sabía que las gallinas y las gansas no se andan con vueltas a la hora de proteger a sus bebés. En otras palabras, había experimentado las consecuencias de desobedecer.
¿Sabes? Los mayores saben muchas cosas, y muchas las aprendieron por experiencia. Ellos quieren evitarte peligros y sufrimientos porque te aman. Recuerda siempre que la obediencia nos protege y también nos da felicidad. Ojalá puedas hacer propias las palabras del versículo de hoy: “Porque yo siempre hago lo que le agrada” (Juan 8:29).
Mirta