Soli Deo gloria
“Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben al Padre que está en el cielo” (Mateo 5:16, NVI).
En nuestro versículo para hoy, el Señor Jesús dice que hemos de hacer brillar nuestra luz delante de todos. ¿Cómo lograr que esa luz brille, no para nuestra gloria personal, sino para la gloria de Dios?
Hace ya tiempo leí un relato que nos puede ayudar a dar siempre la gloria a quien corresponde. Lo cuenta Bill Knott, y trata de una ocasión en la que él fue invitado a un concierto del conocido guitarrista clásico Christopher Parkening (William Johnsson, Editor’s Choice. Favorites from the Adventist Review, 1988, pp. 59-61.). Dice Bill que estaba disfrutando plenamente del concierto cuando, repentinamente, el artista anunció que iba a interpretar su última pieza, porque quería contar una historia personal. “¡Cómo puede ser!”, pensó Bill. “¡Yo vine a escuchar música, no historias!”
Lo que siguió a continuación, nadie en la sala de concierto lo imaginó. El artista habló de su encuentro con Jesús, y de cómo su relación con el Señor llenaba su vida más que el dinero y la fama que hasta entonces había conocido. “Repitió de memoria pasajes extensos de Isaías, Romanos, Gálatas y Efesios con una belleza tan impresionante como la música que habíamos escuchado”, cuenta Bill.
Siguiendo el ejemplo de Johann Sebastian Bach, el artista había adoptado el lema Soli Deo gloria (en latín, “la gloria solo a Dios”). Con estas palabras, Christopher Parkening dejó en claro esa noche que estaba dejando brillar su luz con toda la intensidad posible, pero no para su propia gloria, sino para gloria del Señor. Y este detalle del programa, más que todos los demás, impactó a Bill. Cuenta él que durante semanas no pudo dejar de preguntarse: “¿La gloria de quién persigo, en mi trabajo, mediante el uso de mis talentos y en todo lo que hago?” Bill concluye su relato diciendo que él también resolvió dejar brillar su luz para la gloria de Dios, pero con una pequeña modificación. Resulta que, además de Soli Deo gloria, Johann Sebastian Bach también solía escribir otra frase latina en sus manuscritos: Jesus, juva (Jesús, ayúda[me]). Entonces Bill Knot decidió adoptar ambos lemas, “porque […] el mismo Señor que nos llama a darle a él la gloria, es quien nos ayuda a lograrlo”.
¡Muy de acuerdo, Bill! “¡Soli Deo gloria! ¡Jesus, juva!” ¡La gloria solo a Dios! ¡Jesús, ayúdame!
Señor, hoy me propongo hacer brillar mi luz, en mi hogar, en mi lugar de trabajo, en mi vecindario. ¡Ayúdame, Jesús, a lograr este ideal, y así glorificar tu santo nombre!