Amamos la velocidad
“Muchos correrán de aquí para allá, y la cienciaaumentará” (Daniel 12:4, RVR 95).
En este día de agosto de 1915, Darío Resta rompió todos los récords de velocidad en un automóvil. Nunca se había visto a alguien ir tan rápido, excepto en tren. Hoy no pensaríamos en ello, pero en 1915 fue noticia en los periódicos. Darío estableció este nuevo récord en una carrera de automóviles en Chicago. La increíble velocidad de 160 kilómetros por hora era muy rápida en aquella época. El primer coche exitoso había sido inventado por dos hombres en Alemania solo treinta años antes, en 1885. En aquella época, el formato de los automóviles se parecían más al de un carro tirado por caballos que al de un auto actual.
Pero no tenemos el monopolio de la velocidad. Mucho antes de que aprendiéramos a fabricar un motor que impulsara las ruedas que habíamos fijado a un eje, Dios creó criaturas que podían moverse rápido. Por ejemplo, un antílope berrendo, cuando corre, puede alcanzar una velocidad de hasta 96 kilómetros por hora; los galgos, de hasta 64 kilómetros por hora; y los guepardos, durante distancias cortas, pueden correr a unos 112 kilómetros por hora. Otras criaturas vuelan como el viento: las abejas melíferas alcanzan, a veces, una velocidad de 160 kilómetros por hora; los halcones peregrinos pueden caer en picada a más de 320 kilómetros por hora; y las águilas calvas se lanzan en picada a velocidades de entre 120 y 160 kilómetros por hora.
Y aquí hay otros corredores: la araña camello es la criatura de ocho patas más rápida, y pude correr a una velocidad de hasta 16 kilómetros por hora; y en el mar, el pez vela tranquilamente nada a unos 110 kilómetros por hora.
Es estupendo poder ir rápido, pero la velocidad no lo es todo. El hecho de que Dios se mueva más rápido que la velocidad de la luz no significa que nosotros tengamos que hacerlo, al menos, no todavía. Sí, ir rápido es divertido. Se siente bien. Pero, hay un tiempo para todo. ¿Viste alguna vez, al costado de las rutas y autopistas, pequeños santuarios con cruces, flores y osos de peluche? Mientras viajaba hace unas semanas, me pareció verlos cada pocos kilómetros. Demasiados adolescentes mueren en coches que van demasiado rápido. Por supuesto, la vida es rápida. Probablemente, estás ocupado en muchas cosas; y por eso, es fácil que pierdas la noción de quién eres. También es fácil perder de vista a Dios.
Baja la velocidad. Siéntate. Relájate. Recupera el aliento. Piensa en lo que quieres en la vida. Piensa en lo que Dios significa para ti. La velocidad es buena pero, a veces, reducirla un poco es mejor.