Cenit
“Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va aumentando en resplandor hasta que es pleno día” (Proverbios 4:18).
Hay versículos que son casi un poema; este es uno de ellos. Podemos y deberíamos aprender mucho de él. ¿Has visto alguna vez un amanecer? Quizás en algún viaje, cuando entreabres los ojos, sentado en el asiento de atrás, o en casa en los días de invierno cuando te levantas y miras por la ventana cómo los rayos del sol comienzan a iluminar los colores de la naturaleza y aún se ven indecisos, grisáceos. Y en ese momento intrascendente, simple y milagrosamente, comienza un nuevo día.
Jorge Luis Borges describe el amanecer como solo él puede hacerlo. Elijo tan solo algunos versos. “La luz discurre [circula, fluye] inventando sucios colores […] mientras un pájaro detiene el silencio, y la noche gastada se ha quedado en los ojos de los ciegos” (poema “Amanecer”). ¡Bonita descripción! ¿Verdad?
Pero las horas irán transcurriendo y habrá más luz y más brillo, realzando la maravilla de un nuevo día de la vida… Colores y tibieza… El astro rey avanza y estos colores se harán plenos en el cenit, al mediodía… en la hora perfecta.
Frente a la palabra perfecto, casi nos ponemos incrédulos. Y nos decimos a nosotros mismos, “perfecto solo es Dios”, y agregamos un silencioso “yo no”. Pero para completar esta idea hay un versículo que es todavía más claro. En Mateo 5:48 dice: “Sed vosotros perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”.
Si tienes dudas, léelo nuevamente. Dios te afirma que puedes ser perfecto. Cuando naciste eras perfecto, aunque como bebé no hablabas, no caminabas y tampoco leías ni escribías. Ahora sin duda eres perfecto para tu edad, aunque no conduces un auto y no trabajas para ganar dinero. ¿Te da risa? ¡A mí también! Podemos ser perfectos en cada momento de nuestra vida, en cada esfera de desarrollo. En el crecimiento espiritual sucede lo mismo. Lo importante es avanzar diariamente, no detenernos; pues parar sería retroceder.
Conozco niños que ante las imperfecciones no se lamentan más de lo necesario, pues comprenden que la vida es así y que equivocarse es parte de alcanzar el éxito y triunfar. ¿Cuánto te falta para llegar al mediodía? ¿Segundos, minutos, horas? ¡No importa! No te detengas. Dios está a tu lado y quiere que ilumines en este mundo. Así como amanece cada día, sin excepción, así debe ser tu vida, para la gloria de Dios. ¡Avanza al cenit!
Mirta