Él se deja encontrar
“Saliendo Jesús de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón. Entonces una mujer cananea que había salido de aquella región comenzó a gritar y a decirle: ‘¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio’ ” (Mateo 15:21, 22).
Nuestro texto para hoy registra la ocasión en que Jesús deja el territorio familiar de Galilea, para adentrarse en la región pagana de Tiro y Sidón. ¿Qué motivos pudo haber tenido el Señor para ese viaje tan inusual?
Según el Comentario bíblico adventista, “Jesús no solo tenía razones por las cuales quería irse de Galilea, sino también tenía otras para querer ir a Fenicia” (t. 5, p. 409). ¿Cuáles eran esas razones? ¿Acaso sabía Jesús de la desesperada situación por la que atravesaba la mujer cananea? Ella era descendiente de una raza idólatra; ¿viajaría el Señor hasta Tiro y Sidón para aliviar su angustia? En El Deseado de todas las gentes, leemos que “Cristo conocía la situación de esa mujer. Él sabía que ella anhelaba verlo, y se colocó en su camino” (p. 366). ¡Qué interesante! Él sabía del odio que los judíos sentían por esta raza, aun así, se dejó encontrar. Ya conocemos el relato. Primero Jesús aparenta indiferencia (Mat. 15:23).
Luego, parece rechazarla, al decirle que había sido enviado solo a las ovejas perdidas de Israel (vers. 24). Finalmente, le dice que “no está bien tomar el pan que es de los hijos, y echarlo a los perritos” (vers. 26, RVC). ¿Por qué insistió ella en que él la ayudara? El Deseado de todas las gentes nos da la pista. Ahí leemos que en las palabras del Salvador la mujer vio que había llegado su oportunidad: “Bajo la aparente negativa de Jesús, vio una compasión que él no podía ocultar” (p. 367). En el rostro amante del Salvador ella descubrió que él realmente deseaba concederle la anhelada bendición. Y no se equivocó, porque cuando ella dice que “aun los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos”, el Señor le responde: “ ‘¡Ah, mujer, tienes mucha fe! ¡Que se haga contigo tal y como quieres!’ Y desde ese mismo instante su hija quedó sana” (vers. 27, 28, RVC).
¿Se puede pedir más? Su hija es sanada, ella “reconoce inmediatamente a Jesús como el Redentor” (ibíd.), y los discípulos aprenden que hay otras ovejas fuera del redil a las que el Buen Pastor también ha de buscar.
Gracias, maravilloso Salvador, porque un bendito día te saliste de tu camino para colocarte en el mío. Siempre creí que yo te había encontrado, ¡pero ahora sé que fuiste tú quien me encontró!