Jesús y la música
“De mañana sácianos de tu misericordia, y cantaremos y nos alegraremos todos nuestros días” (Sal. 90:14).
En el libro La música, de Elena de White, encontramos preciosas verdades acerca de la importancia del canto en nuestra vida; de todos los beneficios que brinda no solo física y emocionalmente, sino también espiritualmente.
Allí se nos mencionan algunos usos que Jesús le daba al canto, y podemos aprender algunas cosas de su niñez que quizá no sean tan conocidas.
En primer lugar, se nos dice que Jesús fue tentado a pecar cuando era niño, pero “los cantos que su madre le había enseñado a entonar acudían a su mente, y él elevaba su voz en alabanza”. Además, su canto era contagioso, y sus compañeros comenzaban a cantar con él (p. 12).
En segundo lugar, se nos dice que Jesús le daba la bienvenida al día con su canto. Cantar formaba parte de su culto personal. De esa forma, él “llevaba la alegría del Cielo a los rendidos por el trabajo y a los descorazonados” (p. 12).
Para un par de materias, los alumnos de la Universidad Adventista del Plata tenían que cumplir con el requisito de levantarse temprano, salir a hacer ejercicio y cantar. Era común escucharlos en la plaza a la mañana, y el Dr. Pedro Tabuenca, propulsor de esa actividad, acostumbraba recetarles a sus pacientes una dosis de canto también, algo que reportaba mejorías en el ánimo y la salud de ellos.
¡Es un remedio gratuito que podemos probar hoy!
En tercer lugar, se nos dice que Jesús usaba el canto como forma de expresar su alegría. “A menudo los moradores de Nazaret oían su voz que se elevaba en alabanza y agradecimiento a Dios” (ibíd.). ¿Qué registro de voz habrá tenido? No lo sabemos. Pero ¡qué hermoso debió ser escucharlo cantar alegremente!
Cada vez que cantamos mensajes positivos, anulamos la posibilidad de emitir un mensaje negativo.
Hoy podemos imitar a Jesús en este aspecto también y cantar con alegría al comenzar un nuevo día.