Solo Jesús
“No todo el que me dice: ‘¡Señor, Señor!’, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos’ ” (Mateo 7:21).
¿Poner el nombre de Judas a un hijo? ¡Ni pensarlo! ¿Jezabel, a una hija? ¡Menos! ¿Dalila? Podría ser. ¿Y el de Icabod? ¿Quién era ese?
El nombre “Icabod” significa “Sin gloria”, o “Se ha ido la gloria”. Es el nombre que la nuera de Elí le dio a su bebé recién nacido cuando se enteró de las trágicas noticias provenientes del campo de batalla, cuando Israel enfrentaba a los filisteos: “Y llamó al niño Icabod, diciendo: ‘¡La gloria ha sido desterrada de Israel!’, por haber sido tomada el Arca de Dios y por la muerte de su suegro y de su marido” (1 Sam. 4:21). Según el relato, ese día “hubo una muy grande mortandad, pues cayeron de Israel treinta mil hombres de a pie” (vers. 10).
¿Qué motivó semejante tragedia? Básicamente, el pecado del pueblo de Israel. Sus hijos habían estado cometiendo toda clase de abominaciones en el santuario, pero él nunca tuvo el valor de corregirlos. Las transgresiones de sus hijos tuvieron una influencia maligna, no solo en el pueblo, sino también en las naciones vecinas.
Con semejante estado de cosas, no sorprende saber que el día de retribución pronto llegaría. La debacle comenzó cuando, sin consultar a Dios, Israel enfrentó a los filisteos. El resultado fue que los filisteos “hirieron […] como a cuatro mil hombres” (1 Sam. 4:2). Creyendo que la derrota se había producido por no llevar el arca con ellos, los israelitas la mandaron a traer desde Silo, pero de nada les sirvió, porque además de los cuatro mil hombres, perdieron otros treinta mil.
¿Por qué el arca no evitó la matanza? Porque el arca era un símbolo de una relación espiritual. ¡Pero esa relación ya no existía porque los israelitas le habían dado la espalda a Dios! ¡Cuán diferente habría sido el resultado si, en lugar de confiar en el arca de Dios, se hubieran humillado ante el Dios del arca!
¿Alguna lección? Ciertamente. De nada sirve que llamemos “Señor” a Cristo mientras secretamente estamos transgrediendo sus mandamientos. Solo por medio de una relación diaria, vital, con él, podremos obtener la victoria sobre el pecado. Como lo dice el himno 289 del Himnario Adventista: “¿Qué me puede dar perdón? / Solo de Jesús la sangre / ¿Y un nuevo corazón? / Solo de Jesús la sangre”.
Bendito Jesús, perdóname si hasta ahora me he relacionado contigo solo de una manera casual. Quiero que mores en mi corazón, y que seas, no solo mi Salvador, sino también mi Señor, hoy y siempre.
Amen
Gracias por tan hermoso material quisiera más material no solo matutino sino de estudio gracias