Envenenamiento accidental
“Pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal” (Santiago 3:8, RVR 95).
El 18 de septiembre de 1987, ocurrió en el Brasil un extraño incidente que conmocionó al país y al mundo. Dos años antes, el Instituto de Radioterapia de Goiania trasladó sus operaciones a unos 1.000 kilómetros de distancia, a una nueva ubicación en la ciudad de San Pablo. Lamentablemente, no informaron a las autoridades gubernamentales de salud de que, en su sede abandonada, había una vieja máquina que contenía una sustancia química radiactiva letal, llamada Cesio137. El equipo permaneció allí durante más de un año hasta que, un día, dos ladrones lo robaron.
El 13 de septiembre, los dos hombres lo vendieron a un taller de desguace local donde, cinco días después, algunos empleados desmontaron la máquina y extrajeron el Cesio-137. La piedra azul resplandeciente, que se desmenuzaba con facilidad, les fascinó; sin ser conscientes del peligro, llevaron trozos a su casa, y los compartieron con amigos, familiares y vecinos. Para entonces, el producto químico radiactivo se había esparcido tanto que se descubrió que estaba hasta a 160 kilómetros de distancia.
A los pocos días, la esposa del dueño del desguace se dio cuenta de que los trabajadores estaban enfermando, al igual que sus amigos y familiares. Cuando envió a los trabajadores a un médico, se descubrió que todos sufrían una intoxicación aguda por radiación.
Decenas de otros amigos y familiares fueron hospitalizados para recibir tratamiento, y casi 100.000 personas de la ciudad fueron revisadas para detectar contaminación radiactiva. Además, cuarenta casas debieron ser demolidas porque tenían altos niveles de contaminación. Pero, eso no es todo. Muchas personas sufrieron psicológicamente por la situación, y el miedo a la contaminación se extendió, haciendo que la gente de otras ciudades rechazara a las familias que habían estado expuestas. ¿Y lo peor? A causa de la exposición, fallecieron la esposa del dueño del taller, su sobrina y dos hombres.
¿Cuál es la lección? Pequeñas cantidades de algo que parece poco dañino pueden tener un efecto mortal. La lengua es así.
Es una parte muy pequeña de nuestro cuerpo, pero puede causar mucho, mucho daño. De hecho, palabras normalmente inofensivas que se usan de manera equivocada, o en el momento equivocado, pueden ser terriblemente destructivas y tener efectos duraderos. Pídele a Dios que te ayude a domar tu lengua hoy así la usas solo para el bien.