El regalo perfecto
“Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios” (Efesios 2:8, NVI).
¿Cuál es el mejor regalo que has recibido? Imagina una enorme y hermosa caja con un gran moño. Adentro está el mejor regalo que puedas imaginar. No es tu cumpleaños, ni Navidad, ni siquiera te sacaste buenas notas; no lo recibes porque te lo merezcas, simplemente tus padres te lo dan porque te aman. Cuando abres la caja, ¡oh, sorpresa! ¡Es mejor de lo que esperabas! ¡Es el regalo perfecto!
Hoy quiero hablarte del regalo perfecto, el regalo de la salvación por medio de la gracia. ¿Qué es la gracia? Imagínate otra vez la caja grande envuelta con un hermoso moño. La gracia es exactamente eso: la caja de regalo. Lo que va dentro es la salvación. ¿Qué es la salvación? Es el regalo inmerecido de la vida eterna, que tu Padre celestial quiere darte porque te ama. ¿Habrá alguien que no quiera recibir este maravilloso regalo?
En un lugar muy lejos de aquí, vivían dos hombres. Uno del más alto nivel de religiosidad judía. El otro, del nivel social judío más bajo. Al primero le decían “el Fariseo”; y al segundo, “el Publicano”. Un día los dos llegaron al templo, pero solo uno de ellos recibió el regalo. El Fariseo era muy orgulloso, se comparaba con otras personas y se consideraba bueno por las buenas cosas que hacía. No aceptaba que era pecador, y por lo tanto no quiso recibir el regalo. Su oración era: “Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, no necesito tu salvación porque nunca hago nada incorrecto”.
El Publicano era humilde, no se comparaba con otros, sino examinaba su corazón con la Palabra de Dios. Se consideraba pecador y quería recibir el regalo. Oraba: “Dios, ten misericordia de mí, que soy pecador; necesito tu salvación”.
¿Quién crees que se llevó el regalo? El hombre que demostró humildad fue declarado justo por Dios. La salvación es un regalo inmerecido otorgado por gracia divina. No se trata de lo que tú haces, sino de lo que Dios hace por ti.
La actitud correcta para recibir el regalo de la salvación es la humildad. Debes reconocer que no lo recibes porque lo merezcas: “Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios” (Efe. 2:8). Recuerda que todas las cosas buenas vienen de Dios. Por lo tanto, no seas orgulloso, vive una vida humilde y acepta que solo con él recibirás el regalo perfecto.
Magaly