El rostro de la gracia
“Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros seamos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5:21).
“El rostro de la gracia –escribe Keith Heinrich– es el mismo rostro del perdón. En otras palabras: ‘Ni yo te condeno; vete y no peques más’ ” (Juan 8:11).
Ese “rostro” lo vio Keith una mañana en la iglesia, en el área de las madres. Ahí se encontraban dos mujeres disfrutando de sus bebés. Una de ellas enseñaba en el colegio adventista de la localidad; la otra era una joven estudiante que se acababa de graduar de la secundaria. Sus bebés habían nacido con apenas semanas de diferencia. El caso es que la joven había quedado embarazada durante el año escolar, pero se pudo graduar. ¿Qué pasó ahí? En sus días de estudiante, cuenta Keith, el hecho de que una alumna quedara embarazada durante el año escolar significaba una sola cosa: expulsión. Pero ahora, cuando en el mes de noviembre el personal de la institución se dio cuenta del embarazo, las autoridades encargadas le permitieron a la joven completar el año escolar y graduarse con su clase.
La decisión, claramente, había “violado” el reglamento disciplinario; sin embargo, mientras Keith observaba a esta joven madre jugar con su bebé, no pudo evitar preguntarse qué habría sido de ella si se le hubiera aplicado la sanción reglamentaria. ¿Habría estado en la iglesia ese sábado?
La verdad sea dicha: cuando la gracia deja ver su rostro, como ocurrió en esa institución ese año escolar, algunos se asustan. “¿Adónde va a llegar la iglesia si ponemos a un lado las normas?”, se preguntan.
Keith Heinrich responde: “La gracia nunca pone las normas a un lado; tampoco las manipula indebidamente, las modifica, o las rebaja. Más bien, haciendo honor a las normas, el Dios de toda gracia […] paga él mismo la pena cuando las quebrantamos, y nos da otra oportunidad de ser libres por él, y en él” (“The Face of Grace”, Adventist Review, mayo de 2017, p. 58).
Cuenta Keith que ese sábado, en lugar de escuchar el sermón, lo vio en la felicidad de esas dos madres, y en la gracia de Dios, que es el rostro del perdón.
¿Cuál es, entonces, el “rostro” de la gracia? Es este: “Al que no cometió pecado alguno, por nosotros Dios lo trató como pecador, para que en él recibiéramos la justicia de Dios” (2 Cor. 5:21, NVI). ¿Y cuál es su mensaje? “Ni yo te condeno; vete y no peques más”.
Padre celestial, te alabo por tu gracia incomparable: que Cristo haya sido tratado como yo merecía, para que yo pudiera ser tratado como él merece.
Solo los mandamientos de Dios son los validos no los mandamientos de hombres son pasajeros bendiciones
L
Maravillosa gracia vino Jesús a darnos sin merecerla. Todas sus bondades y misericordias las hemos recibido simplemente porque el Señor nos ama.
Gloria y millones de gracias sean a El eternamente y para siempre-