No tengas miedo y verás milagros
Pero Moisés les dijo: “No tengan miedo. Solo quédense quietos y observen cómo el Señor los rescatará hoy. Esos egipcios que ahora ven, jamás volverán a verlos”. Éxodo 14:13, NTV.
Todo iba bien hasta recibir la noticia de la persecución egipcia. ¡Cuán pronto habían olvidado los israelitas el cuidado paternal de Dios!, y preferían la esclavitud y la muerte en Egipto antes que la prueba que enfrentaban. Es fácil hablar de la protección divina cuando la vida nos sonríe y la mano de Dios es visible en nuestras circunstancias. Pero se necesita fe genuina cuando los conflictos, la pérdida y la tragedia nos azotan. Cuando “los egipcios” te persigan con crisis financiera, abandono de un ser amado, enfermedad, pandemias, desempleo, conflictos familiares o críticas, personaliza esta promesa y quédate tranquila, “que el Señor mismo peleará por ti. Solo quédate tranquila” (Éxo. 14:14, NTV).
Las palabras de Dios por medio de Moisés fueron firmes: No tengan miedo, dejen de llorar, muévanse. Se necesitaba fe para creer esas palabras mientras estaban atrapados entre el Mar Rojo y las fuerzas armadas de Egipto. Tenían dos opciones: confiar en Dios o entregarse al pánico. Cuando no existe ninguna solución, también tú tienes dos opciones: las promesas de Dios o tus miedos.
Dios, experto en lo imposible, sigue dispuesto a oír tu llanto desesperado y tu miedo paralizante, tal como oyó a los temblorosos e incrédulos israelitas. Si clamas, escuchas su voz y sigues sus instrucciones, Dios abrirá delante de ti cualquier mar en tempestad. “A menudo la vida cristiana está acosada por peligros, y se hace difícil cumplir el deber. La imaginación concibe la ruina inminente delante, y la esclavitud o la muerte detrás. No obstante, la voz de Dios dice claramente. ‘Avanza’. Debemos obedecer ese mandato aunque nuestros ojos no puedan penetrar las tinieblas, y aunque sintamos las olas frías a nuestros pies. Los obstáculos que impiden nuestro progreso no desaparecerán jamás ante un espíritu que se detiene y duda. Los que postergan la obediencia hasta que toda sombra de incertidumbre desaparezca y no haya ningún riesgo de fracaso o derrota, no obedecerán nunca. La incredulidad nos susurra: ‘Esperemos que se quiten los obstáculos y podamos ver claramente nuestro camino’; pero la fe nos impele valientemente a avanzar, esperándolo todo y creyéndolo todo. […] El sendero por el cual Dios dirige nuestros pasos puede pasar por el desierto o por el mar, pero es un sendero seguro” (PP, pp. 295).
Dentro de poco, “los egipcios” que hoy te persiguen, cualquiera que estos sean, desaparecerán de tu vida para siempre.