El falso profeta
Si lo que el profeta ha dicho en nombre del Señor no se cumple, es señal de que el Señor no lo dijo, sino que el profeta habló movido solo por su orgullo; por lo tanto, no le tengan miedo. Deuteronomio 18:22, DHH.
Hace unos años, a causa del inminente cambio de milenio, surgieron muchos “profetas” y profecías acerca del fin del mundo. El texto de hoy precisamente nos hace ver que existe una gran diferencia entre un profeta verdadero y uno falso. El capítulo 18 de Deuteronomio hace notorios tres asuntos: (1) Dios escogería el profeta, (2) el pueblo lo escucharía y obedecería, pero (3) debían discernir entre un verdadero y un falso profeta.
En Canaán se practicaba la hechicería, la adivinación, la magia, el encantamiento, el politeísmo y la comunicación con los muertos, por eso Dios les advierte a los israelitas que no deben tener ningún tipo de relación con esas creencias y prácticas. Es una advertencia apropiada también para esta época, en que los cristianos vivimos bombardeados por y rodeados de espiritismo y nueva era.
La sentencia era seria: quien se autodenominaba profeta, pero no se cumplía su profecía, era considerado culpable de alta traición contra Dios y condenado a muerte (Deut. 18:20).
Todo lo que se opone a la Biblia, no lo ha hablado el Señor. Lo que es contrario a la caridad y piedad no viene de Dios, pues él no se contradice. Además, cualquier filosofía que enseñe o practique la comunicación con los muertos o con seres de otros mundos está prohibida por Dios. Son “espíritus de demonios”, según Apocalipsis 16:14, 1 Corintios 10:20 y Salmo 106:28 y 29.
Puedes descansar tranquila y sin miedo, pues tu Biblia es una guía segura para darte discernimiento entre lo puro y lo profano, lo verdadero y lo falso. El archienemigo de Dios, sediento de adoración, ha inventado prácticas para envolver a los incautos, y algunas parecen tan ingenuas, como el horóscopo, la meditación oriental o la lectura de materiales de la nueva era.
Que Dios te mantenga respetuosa y obediente solo a quien merece toda adoración y gloria desde la eternidad y hasta la eternidad: nuestro Creador y Redentor, Cristo Jesús.