Demasiado preocupados
La que cayó entre espinos son los que oyen pero luego se van y son ahogados por las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, y no llevan fruto. Pero la que cayó en buena tierra son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída. Lucas 8:14, 15.
La terapeuta extendió su brazo mostrando medio vaso de agua. Preguntó a la sala cuánto pesaba ese vaso de agua, y las respuestas giraron en torno a los 250 gramos. La joven doctora les recordó que no hablaba del peso absoluto sino del peso relativo. Algunos contestaron que poco. Pero tuvieron que aceptar que dependía del tiempo. Si lo sostenían un minuto era poco, pero si tenían que sostenerlo una hora era mucho; cuánto más, si debían permanecer en esa posición todo un día. Tras la ilustración vino la aplicación: “Las preocupaciones son como el vaso de agua. Si piensas en ellas un rato, no pasa nada. Si piensas en ellas un poco más, empiezan a doler. Y si piensas en ellas todo el día, acabas sintiéndote paralizado e incapaz de hacer nada”. Me parece una conclusión brillante y realmente cierta. Muchas veces estamos tan preocupados que no nos ocupamos de resolver los problemas de la vida.
Jesús dijo lo mismo, pero con un ejemplo propio de una cultura de campo, y habló de un sembrador que salió a sembrar. Parte de sus semillas cayó entre espinos y se ahogó en ese ambiente adverso. Cristo habla de lo difícil que es crecer con el objetivo de ser ricos, solo pensando en el placer, y además mencionó el estar demasiado preocupados. Estar demasiado preocupados nos habla de falta de confianza y de inseguridades. Esa actitud nos hace inestables y débiles en la fe. La verdadera fe produce confianza en Dios y constancia de carácter.
La semilla que cae en la buena tierra crece de forma constante y, de forma natural, da frutos. Y estamos llamados a ser personas que se preocupan lo justo como para ocuparnos de avanzar en la vida espiritual. ¿Por qué? En primer lugar, porque tenemos en quién confiar. Dios no falla; por lo tanto, la ansiedad no debiera controlar nuestra existencia porque no tiene razón de ser. La fe es, antes que nada, confianza, y la confianza no tiene miedo de la incertidumbre. En segundo lugar, porque los problemas nos afectan, pero tienen solución. Nuestra visión del mundo nos da un horizonte donde hay esperanza, y la esperanza es la mejor salida a cualquier tribulación.
En síntesis, proponte una actitud de bondad y equilibrio, ponte en las manos de Dios y ten la preocupación justa para crecer.