Anatema
El Señor le dijo a Josué: “Tú no temas ni desmayes. Llévate contigo a toda la gente de guerra, y prepárense para atacar a Hai, porque yo te he entregado a su rey y a su pueblo, su ciudad y su tierra”. Josué 8:1, RVC.
Josué envió espías a Hai que aconsejaron no asignar muchos hombres a la guerra porque la ciudad por conquistar era pequeña (ver Josué 7:2, 3). Llenos de confianza propia, olvidaron que la victoria sobre Canaán no se debía a ellos sino a la providencia divina. Nosotras también, a menudo olvidamos que nuestros éxitos se deben a Dios, a pesar, incluso, de nosotras mismas.
Luego de una terrible derrota, Josué cayó de rodillas y le reclamó a Dios. Sabía que lo ocurrido era una señal del desagrado divino, pero no entendía las razones. Dios le indicó que había anatema en el campamento. Acán había desobedecido la orden explícita de Dios y había tomado del botín de Jericó. El resultado fue el fracaso en la siguiente batalla, la muerte de varios guerreros y miedo generalizado. Fracasamos cuando no tomamos en cuenta a Dios. Creemos que ser cristianas nos garantiza el éxito y nos independizamos del Creador, olvidando que la presencia divina en el pasado no garantiza su presencia en el presente. Dios quiere tener con nosotras una relación continua, no esporádica y ocasional.
El fracaso en Hai no concluyó allí. Acán resistió hasta que Dios mismo reveló su pecado antes de confesar, y fue apedreado. Dios toma por responsable a un grupo por los hechos de uno de sus miembros. “Por el pecado de un hombre, el desagrado de Dios descansará sobre toda su iglesia hasta que la transgresión sea buscada, descubierta y eliminada” (PP, pp. 531). “Dios demanda que su pueblo coopere con sus dirigentes (Heb. 13:17), y no tolerará la acción independiente, individual, que se oponga a sus dirigentes. Es grande la maldición que recae sobre los dirigentes que son infieles a su tarea (Isa. 3:12; 9:16; Jer. 13:20-22; Eze. 34:10), como también la que deberán sufrir quienes deliberadamente les colocan impedimentos para que realicen su trabajo (ver Jueces 5:23)” (2CBA, p. 211).
Finalmente, Dios aseguró la victoria a Josué, especificando que todo hombre de guerra participara en la batalla. “Dios hará cosas maravillosas por los que confían en él. El motivo por el que los que profesan ser sus hijos no tienen más fuerza consiste en que confían demasiado en su propia sabiduría, y no le dan al Señor ocasión de revelar su poder en favor de ellos. Él ayudará a sus hijos creyentes en toda emergencia, si ponen toda su confianza en él y le obedecen fielmente” (PP, p. 526).