¡Menudo cálculo!
Él cuenta el número de las estrellas; a todas ellas llama por sus nombres. Grande es el Señor nuestro y mucho su poder, y su entendimiento es infinito. Salmos 147:4, 5.
Está claro que Dios no ve el mundo como nosotros. Una muestra la tenemos en el uso que hace de las matemáticas, porque para él los números son mucho más de lo que parecen. Veamos algunos ejemplos:
a. 1 = 3. La Deidad es una, pero se manifiesta en tres personas. Es difícil de comprender, pero es así. Cuando el mismo Jesús nos habla de la misión que debemos llevar a los demás, nos pide que sea en nombre la Deidad: “Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (Mat. 28:19). Dios prefiere la relación al conteo.
b. 1 = 2. Cuando Dios crea a la persona, la hace dos en uno. Dice Génesis 1:27: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”. Creó la pareja porque el ser humano está diseñado para compartir, porque prefiere la complementación y la equidad.
c. 5 es mayor que 10.000. Pablo lo dice en 1 Corintios 14:19: “Pero en la iglesia prefiero hablar cinco palabras con mi entendimiento, para enseñar también a otros, que diez mil palabras en lengua desconocida”. Aparte de expresiones pentecostales, hay quien habla mucho pero no se le entiende nada. Ya sabemos que la proporción y las pocas palabras con sentido común valen mucho más que gigas ininteligibles, porque a Dios le gusta lo auténtico.
d. 5 = 5.000 + 12X. Pocos rendimientos alimentarios fueron como ese momento en la historia. Juan 6:13 dice: “Recogieron, pues, y llenaron doce cestas de pedazos que de los cinco panes de cebada sobraron a los que habían comido”. Pero los milagros son así, superan toda lógica, hasta la matemática. Ludwig Wittgenstein decía con respecto a las matemáticas: “Si un problema puede plantearse, también puede resolverse”. Y Dios es espectacular resolviendo problemas.
Como te decía antes, está claro que Dios no ve el mundo como nosotros. Nosotros tenemos límites, él no. Somos incapaces de contar las estrellas, él les pone nombre.
Somos impotentes, pero “lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios” (Luc. 18:27). Además, nos enseña que más que la suma le interesan las relaciones; más que la división, la complementariedad; más que la cantidad, la calidad; y más que la improbabilidad, la posibilidad. Y, sobre todo, arriesga el infinito por uno como tú y como yo. ¡Menudo cálculo!