Samuel
“Después llegó el Señor, se detuvo y lo llamó igual que antes: ‘¡Samuel! ¡Samuel!’ ‘Habla, que tu siervo escucha’, contestó Samuel” (1 Samuel 3:10).
El hecho de que Dios llamara a Samuel siendo un niño de unos doce años o menos nos indica que él puede llamarnos aunque seamos muy jóvenes. Samuel llegó a ser el último juez de Israel, pero lo conocemos más como un destacado profeta que guio y unificó a la nación para buscar a Dios como no había ocurrido en muchos años.
Samuel nació en Ramá, y ahí mismo vivió y murió (1 Sam. 1:19, 20; 7:17; 25:1). El nombre “Samuel” significa “pedido a Dios”. Su influencia espiritual alcanzó a toda la nación en una época en la que cada quien hacía lo que quería. Con él Israel tuvo un nuevo comienzo, con cambios drásticos, pero positivos, en cuanto a obedecer la voluntad divina expresada en la Palabra. Samuel no solo fue un gran líder, sino que reconoció que su ministerio no sería eterno; por lo tanto, dejó establecidas las escuelas de los profetas para que el pueblo nunca se apartara de Dios. Lo ideal era que Israel dependiera siempre de Dios como su rey, pero Samuel escuchó con tristeza las demandas del pueblo que lo urgían a que les diera un rey, tan solo para ser como las demás naciones. Por lo tanto, a él le correspondió ungir a los dos primeros reyes: Saúl y David.
¿Por qué se fijó Dios en Samuel cuando todavía era un niño? Porque tenía una disposición de servicio, leía la Palabra, la obedecía y además estaba en el templo. Todos estos factores prepararon su corazón durante la niñez. ¡Qué emoción debió sentir al escuchar la voz de Dios! Él aceptó el llamado con gozo, gratitud y entusiasmo. Mediante su ministerio lo podemos reconocer como un personaje comprometido con Dios, con la verdad y con su pueblo.
No esperes. Cultiva las virtudes de Samuel y podrás responder al llamado de Dios para su servicio. No importa qué edad tengas ni dónde vivas, Dios puede usarte como una influencia poderosa y positiva en tu entorno.