El propósito de la disciplina divina – 1a parte
Tú no temas, siervo mío, Jacob; no tengas miedo, Israel; te traeré sano y salvo de lejos, a tus hijos, del país del cautiverio. Jacob volverá y descansará seguro, sin nadie que lo hostigue. Jeremías 46:27, BLPH.
En medio de la comodidad e idolatría egipcias, llegó el mensaje de Jeremías. El ejército egipcio sería derrotado en el Éufrates y alcanzaría a los obstinados judíos, pues la profecía declaraba que ningún judío regresaría con vida del lugar que habían escogido como refugio. Tal amonestación aterrorizó hasta a los más fuertes, incluso al profeta. Dios es misericordioso y lento para la ira, pero no tolera el pecado para siempre.
El lenguaje del profeta deja sentir el asombro de un ejército bien equipado que huye precipitadamente, tan consternados que ni siquiera miraron a sus perseguidores. Dios utilizó los ejércitos de Babilonia contra Egipto para llevar al país al arrepentimiento por medio de la humillación. Los israelitas volverían a buscar a su verdadero Dios.
¿Has emigrado de tu país para proveer para tu familia, y sufres calamidad, prejuicios de diversa índole, o tus hijos abandonan los principios con que los educaste? No desmayes en la tarea de ser un instrumento de salvación para tu descendencia, aférrate a la promesa de Jeremías 30:10: “Tú, pues, siervo mío Jacob, no temas, dice Jehová, ni te atemorices, Israel; porque he aquí que yo soy el que te salvo de lejos a ti y a tu descendencia de la tierra de cautividad; y Jacob volverá, descansará y vivirá tranquilo, y no habrá quien le espante”. Personaliza esta promesa porque confirma el deseo de Dios:
Él nos conoce y sabe qué cosa necesitamos. La prueba dura solamente un tiempo. Anime su corazón con fe. No debemos considerar las pruebas como castigo. […] El mismo hecho de que tengamos que soportar pruebas muestra que el Señor Jesús ve en nosotros algo muy precioso que desea desarrollar. Si no viera en nosotros nada con lo cual glorificar su nombre, no gastaría tiempo refinándonos. […] Cristo no arroja piedras sin valor en su horno. Lo que prueba es el mineral precioso. Hace que el proceso refinador reproduzca su propia imagen. Confía, ten esperanza, sé fuerte en el Señor y en el poder de su fortaleza. Él te ama. […] Tal vez no lo comprendamos todo ahora, pero vendrá el día cuando quedaremos más que satisfechos (AFC, p. 279).
¡Agradece a Dios por ver en ti material valioso!