Domingo 15 de Mayo de 2022 | Matutina para Mujeres | Vasijas vacías

Vasijas vacías

“En esos días, cuando oren, los escucharé. Si me buscan de todo corazón, podrán encontrarme” (Jer. 29:12,13, NTV).

Dios no siempre dice lo que estamos esperando oír. Cuando ayunamos o nos quedamos en silencio para escuchar su voz, a veces tenemos una idea muy restrictiva de lo que él va a decirnos. Aunque no está mal acercarnos con una pregunta específica, él puede aprovechar la oportunidad para compartir algo completamente nuevo y diferente. Lo que estamos haciendo cuando ayunamos es crear un espacio, no manipular una conversación o ganar puntos en una tarjeta de lealtad. Cuando hacemos silencio, hacemos lugar, y confiamos en que Dios nos llenará de la mejor manera posible (aun si lo que escoge darnos no es lo que queríamos).

Ayunar no se trata de manipular a Dios o de forzarlo a hacer algo que él no quiere hacer, sino de sintonizar su frecuencia con atención y humildad.

En To Be Told [A ser contado], el teólogo y psicólogo estadounidense Dan Allender lo describe con estas palabras: “Ayunar de cualquier alimento, actividad, proyecto o plan […] prepara el escenario para que Dios aparezca. El ayuno no es una herramienta para arrancar sabiduría de las manos de Dios, o para forzarlo [a darnos] la inteligencia necesaria para una decisión. […] En cambio, el ayuno es el acto […] de librarnos de nuestra plenitud para sintonizar con nuestros sentidos”. Es vaciarnos para que Dios nos llene con lo que él considere mejor.

Solo cuando se acabó el vino en las bodas de Caná, solo cuando las tinajas estuvieron vacías, fue que Jesús pudo llenarlas con algo nuevo y mejor (Juan 2:1-12). Recién cuando vaciamos nuestra rutina del ruido y nuestro corazón del deseo de controlarlo todo, es que Dios puede llenarnos. En Recibiréis poder, Elena de White escribe: “¿Cuál es el recipiente apropiado para los propósitos del Señor? Una vasija vacía. […] ¿Cómo puede utilizar el Señor nuestras vasijas para uso sagrado, a menos que nos vaciemos a nosotros mismos para dar lugar a la obra del Espíritu Santo?” (p. 113). Esto es lo que hacemos cuando nos acercamos a Dios con ayuno y oración: crear un espacio y ceder el control. Entonces, él puede llenarnos con bendiciones hasta que sobreabunde.

Señor, hoy quiero abrir mi corazón a tu verdad. Dejo a un lado mi agenda, mis prioridades y mi deseo de controlarlo todo. No quiero pasar ni un solo día sin oír tu voz, ensordecida por el ruido y el estrés. Hoy hago un espacio. Hago lugar para ti. ¡Habla, Señor, que tu sierva oye!

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