Jeremías
“Antes de darte la vida, ya te había yo escogido; antes de que nacieras, ya te había yo apartado; te había destinado a ser profeta de las naciones” (Jeremías 1:5).
El nombre Jeremías significa “El Señor establece”. Fue hijo de un sacerdote llamado Hilcías. Jeremías nació en la pequeña villa de Anatot (en el territorio de Benjamín) a unos cinco kilómetros al noreste de Jerusalén. A lo largo de su ministerio contó con la ayuda de Baruc, quien escribía lo que el profeta le dictaba y resguardaba sus escritos.
A diferencia de otros profetas, Jeremías fue el más elocuente. Se lo conoce como “el profeta llorón” por su emotividad, las reacciones de su audiencia, sus pruebas y sus sentimientos personales. Vivió una encrucijada, pues su mensaje nunca fue bien recibido. Por lo tanto, fue amenazado, juzgado, colocado en un cepo, forzado a huir, humillado por un falso profeta y arrojado a una cisterna. En el contexto de sus persecuciones, exclamó: “¡Maldito el día en que nací! ¡Que el día en que mi madre me dio a luz no sea bendito! […] ¿Por qué salí del vientre solo para ver dolor y penas, y para terminar mi vida cubierto de vergüenza?” (Jer. 20:14, 18).
Su ministerio cubrió cinco décadas, aproximadamente del 627 a.C., al 586. Coincidió con cinco reyes, los últimos cinco de Judá: Josías, Joacaz, Joacín, Joaquín y Sedequías. Después, el profeta fue forzado a huir con un remanente a Egipto.
Jeremías tenía cualidades extraordinarias. Tuvo un impacto enorme en la historia nacional. En la época del ministerio de Mesías, cuando la gente se preguntaba quién podía ser Jesús, algunos pensaron que era Jeremías (Mat. 16:14). Al igual que el Señor, gran parte de su ministerio se basó en parábolas, ilustraciones y representaciones para enfatizar las verdades espirituales.
¿Sabes cuándo lo llamó Dios? Siendo un joven. Aunque él respondió que no tenía experiencia ni habilidad para comunicar mensajes, Dios le aseguró que lo había elegido desde antes que naciera. Solo tenía que confiar en Dios, porque él lo iba fortalecer y a darle autoridad.
Su ejemplo puede inspirarte a aceptar desafíos divinos, y a confiar en la protección de Dios.