Oración respondida
“Señor, Dios de Israel, que tienes tu trono sobre los querubines: tú solo eres Dios de todos los reinos de la tierra; tú creaste el cielo y la tierra” (2 Reyes 19:15).
Imaginemos que un día te conviertes en gobernador de una pequeña nación. E imagina que una superpotencia declara la guerra a tu pueblo. ¿Qué sería lo primero que harías antes de poner tus ejércitos en el campo de batalla?
Ezequías tenía este problema en sus manos. Era rey de Judá, una nación con solo dos de las doce tribus de Israel. Senaquerib, rey de Asiria, simplemente el reino más poderoso en ese momento, era su enemigo. Las naciones vecinas apostaban a que Judá sería masacrado. ¿Qué podía hacer Ezequías?
Tuvo una idea: Envió mucho oro y plata a Senaquerib, tratando de calmar los ánimos del rey. Una parte de esta riqueza fue tomada del Templo. Después de todo, esto es lo que el rey de Asiria quería desde el principio. Aun así, Senaquerib envió una carta a Ezequías, amenazándolo. Ezequías estaba muy preocupado. Finalmente, decidió dejar de actuar por su cuenta, presentó la carta a Dios y pidió ayuda.
Dios escucha las oraciones de sus hijos y responde de acuerdo con sus planes. Envió al profeta Isaías para informar a Ezequías que podía estar tranquilo, porque Dios le daría la victoria sobre el ejército asirio. Así, en una sola noche, el ejército de Senaquerib perdió 185.000 soldados.
Cuando enfrentes situaciones difíciles, no trates de resolver las cosas solo. Busca el consejo de tus padres, de un maestro o de un profesor de confianza, o de tu pastor; pero sobre todo, habla con Dios. Él quiere escucharte y responder poderosamente tus oraciones.