“Más que vencedores”
“Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (Romanos 8:37).
Durante la celebración de los Juegos Olímpicos Especiales de Seattle ocurrió un hecho que demostró que, a veces, las mayores victorias llegan mediante aparentes derrotas. Nueve jóvenes con discapacidad intelectual estaban participando en la carrera de los 100 metros planos, cuando uno de ellos cayó en medio de la competencia. El chico comenzó a llorar desesperadamente y entonces ocurrió lo que nadie se imaginaba. Cuando sus compañeros se dieron cuenta de lo que le había sucedido, dejaron de correr y se devolvieron para ayudarlo. Tras consolarlo un poco, los nueve se tomaron de la mano y cruzaron la meta juntos. Cuenta Craig Keener que “la multitud los ovacionó de pie durante diez minutos. Al renunciar a su victoria personal, cada uno de ellos alcanzó un triunfo más grande”.¹⁹⁰
En un momento de gran angustia, al profeta Juan se le dijo: “No llores, porque el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos” (Apoc. 5:5). “El León ha vencido” es una metáfora hermosa. Después de todo, el león es el rey de la selva, el “fuerte entre todos los animales, que no retrocede ante nada” (Prov. 30:30). La pregunta del millón es: ¿Cómo obtuvo el León la victoria que le permite abrir el libro? Juan lo describe con estas palabras: “Miré, y vi que en medio del trono […] estaba en pie un Cordero como inmolado […]. Él vino y tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el trono. Cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero” (Apoc. 5:6-8).
El León es el Cordero inmolado. El triunfo del León no radicó en devorar a sus enemigos, sino en morir como un Cordero. Cristo no conoce otra forma de vencer que no sea mediante el camino de la cruz, ese camino que hizo posible que nosotros podamos entrar en el cielo tomados de las manos con él. Si estás llorando, si estás angustiado, si como Juan te sientes desconsolado, entonces levántate, porque gracias a la muerte de Cristo en el Calvario tu salvación quedó garantizada.
La humillación del Hijo de Dios constituyó la más grande victoria que el universo ha presenciado. Y ahora “somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (Rom. 8:37).
190 Craig S. Keener, Revelation, The NIV Application Commentary (Grand Rapids, Míchigan: Zondervan Publishing House, 1999), p. 194.