Justificación por la fe
“El evangelio nos muestra de qué manera Dios nos hace justos: es por fe, de principio a fin. Así lo dicen las Escrituras: ‘El justo por la fe vivirá’ ” (Romanos 1:17).
Habacuc escribió en tablas de barro el mensaje de Dios. Aproximadamente 700 años después, el apóstol Pablo habló del mensaje de Habacuc. Inspirado por Dios, Pablo le dio una nueva aplicación, válida hasta nuestros días, respecto a cómo Dios nos salva.
Por muchos años, Pablo (llamado Saulo en ese momento) se había esforzado por ganar la salvación con “buenas obras”. Pensaba que Dios era un juez severo que estaba observando con una lupa todos los actos de los seres humanos y llevando un registro exacto de las obras buenas y malas. Como las malas acciones superaban a las buenas, vivía frustrado, y para liberarse de su frustración, estaba listo para señalar los errores de los demás y condenar a las personas.
Saulo estaba orgulloso de su origen judío; como maestro, había influido en muchos a pensar como él. Saulo llegó a perseguir a los cristianos y apresarlos, porque creía que no hacían lo que Dios quería. Pero un día Dios lo llamó sorprendentemente; entonces estudió la Palabra de Dios como nunca: con la ayuda del Espíritu Santo. Así entendió cómo nos salva Dios.
Al contrario de lo que pensaba Saulo, Dios no es un juez severo listo para castigar, sino un Padre amoroso que nos perdona cualquier error que hayamos cometido. Y todo eso gracias al amor demostrado en la cruz cuando su Hijo murió en nuestro lugar y fue castigado en lugar de nosotros.
Esta es la buena noticia: tu salvación no depende de lo que hagas o dejes de hacer; si así fuera, nunca tendrías paz ni seguridad de la salvación. Tu salvación depende de la misericordia y la gracia de Dios. Gracias a lo que Jesús hizo por nosotros, tendremos vida eterna. Solo tienes que aceptarlo como tu Salvador y esperar su regreso con fe.
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