Habla y no calles
Una noche, el Señor se le apareció a Pablo en visión. “¡No tengas miedo! —le dijo—. ¡Habla y no calles!” Hechos 18:9, NBV.
Pablo empezó a predicar en la casa próxima a la sinagoga, la de Tito Justo. ¿Te imaginas la reacción de los judíos cuando veían que su congregación iba menguando y el grupo de Pablo iba creciendo? La estrategia de Pablo de hacer reuniones próximas a la sinagoga facilitaba la asistencia de judíos y gentiles, pero despertó rencillas y odio entre ellos, especialmente después de que el jefe de la sinagoga, Crispo, aceptó el evangelio y fue bautizado junto con su familia (1 Cor. 1:14). Su conversión se consideraba muy valiosa entre los cristianos.
Durante los 18 meses que Pablo estuvo en Corinto, fueron muchos los que oyeron, creyeron y se bautizaron. Entre los más notables que aceptaron el cristianismo fueron: Gayo, un hombre de elevada posición social (1 Cor. 1:14); miembros de la familia de Estéfanas (1 Cor. 16:15); Fortunato y Acaico (1 Cor. 16:17), Cloe, una dama distinguida (1 Cor. 1:11); el hermano Cuarto, y Erasto, el tesorero de la ciudad (Rom. 16:23) (ver 6CBA, p. 358). Aun así, Pablo comenzó a desanimarse. El hostigamiento de los judíos, su integridad física amenazada, el hecho de que la mayoría de los nuevos conversos eran esclavos, y otras razones hicieron que Pablo se deprimiera. Jesús vino en persona para alentar a su valiente guerrero. Era la tercera vez que Pablo recibía una visión. La primera fue el día de su conversión, la segunda fue en Jerusalén. En la tercera visión ve y escucha al Señor: “No temas, sino habla y no calles” (Hech. 18:9).
¿Te has sentido sola, hostigada por los enemigos de la fe, abandonada o débil? Jesús vigila tus esfuerzos y sabe hasta dónde puedes llegar. Te dice: “No temas, sino habla y no calles”. Deja el resultado en las manos de Dios, pues él te promete “Yo estoy contigo, y ninguno pondrá sobre ti la mano para hacerte mal” (vers. 10). Dios tenía en Corinto personas sensibles a su voz. Pablo fundó y organizó una iglesia, la fortaleció y abrió obra en lugares vecinos. “Lo que más necesitamos es fe en Dios. Cuando miramos el lado oscuro de las cosas, perdemos nuestro punto de apoyo en el Señor Dios de Israel. Cuando abrimos nuestros corazones al temor, la senda del progreso queda obstruida por la incredulidad. No abriguemos nunca el sentimiento de que Dios ha abandonado su obra” (7TI, p. 202).
El Señor Jesús no promete impedir los ataques del enemigo, pero promete darte la victoria sobre ellos.