Un corazón nuevo
Y les daré otro corazón y pondré en ellos un nuevo espíritu; quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne y les daré un corazón de carne, para que anden en mis ordenanzas y guarden mis decretos y los cumplan, y sean mi pueblo y yo sea su Dios. Ezequiel 11:19, 20.
De tanto orgullo, egoísmo e irregularidades, el corazón tiende a endurecerse. Sucede cuando entramos en el mundo de la letra sin otro espíritu que el de nuestros intereses. Pero un corazón de piedra no bombea adecuadamente, no llegan los ideales a lo concreto de nuestra vida y, de tanto en tanto, colapsamos. La falta de sentido en la vida, el ansia por el poder, el temor a la inestabilidad, la desconfianza de todos, son algunos de los síntomas que muestran que estamos enfermos. Y Dios nos propone una terapia de choque: corazón nuevo. Un corazón que sienta, que funcione, que sepa bombear la generosidad que da vida. Él es un especialista en estas cirugías y tiene el éxito asegurado. El órgano que anhela colocarnos no es de segunda mano, sino de primer corazón. Lo más selecto del universo. Nos permitirá caminar a su lado, a su ritmo, pasear juntos, y que se note que somos amigos.
Pablo toma este hermoso texto de Ezequiel y habla de los “trasplantados”, de aquellos que ya no tienen un corazón de piedra. Los compara, al ser ejemplos de vida, con cartas de recomendación, con muestras reales de que la operación funciona. Dice en 2 Corintios 3:3 al 6: “Y es manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón. Esta confianza la tenemos mediante Cristo para con Dios. No que estemos capacitados para hacer algo por nosotros mismos; al contrario, nuestra capacidad proviene de Dios, el cual asimismo nos capacitó para ser ministros de un nuevo pacto, no de la letra, sino del Espíritu, porque la letra mata, pero el Espíritu da vida”. Destaco la expresión “nuestra capacidad proviene de Dios”.
Dios es el mejor especialista en corazones del universo, los diseñó él. Dios no te pone en lista de espera, desea mejorarte ya. Dios no te cobra nada por sus servicios, solo tienes que anotarte al “Plan de Gracia”. Dios no te deja en manos de becarios, te atiende él mismo. Dios te hace un seguimiento tan personal que no piensas que sea el Doctor divino sino el médico de la familia. Pienso que debieras aprovechar la oportunidad y ponerte en sus manos.