El buen nombre
“Más vale el buen nombre que las muchas riquezas, y la buena fama vale más que la plata y el oro” (Proverbios 22:1, RVR 95).
¿Te gusta tu nombre? ¿Sabías que tu nombre forma parte de tu identidad? Así es como la gente te reconoce, como si fuera una marca.
Las personas llegan a relacionar la marca comercial de un producto con su calidad. Algunas marcas tienen buena fama porque, durante años, han ofrecido productos de buena calidad. Por otra parte, hay marcas que dejan mucho que desear y la gente no suele comprar sus productos pues sabe que son artículos desechables. Resulta conveniente pagar un poco más por algo más durable.
¿Sabías que hay quienes pagan millones de dólares para que el nombre de una persona, de una empresa o de un producto se use en un estadio de eventos deportivos? Por ejemplo, la empresa de ropa Levi’s pagó 220 millones de dólares para que el estadio de fútbol americano donde juega el equipo 49s de San Francisco lleve ese nombre durante dos décadas, de 2014 a 2033. Gracias a eso, la empresa recuperó el dinero con creces, pues la marca se hizo más conocida y obtuvieron muchas ventas.
En los tiempos bíblicos, el nombre de la persona representaba una cualidad o virtud. Dios cambió el nombre de más de un personaje del Antiguo Testamento para que la persona recordara cuál era su misión asignada. Jesús también le cambió el nombre a más de uno. ¿Recuerdas algún caso? Un nuevo nombre significaba un nuevo comienzo para las personas.
Dios desea que cuides tu nombre, que cuando la gente lo escuche, lo asocie a una persona honesta, íntegra y bondadosa. Pero más allá de cualquier nombre humano, hay uno solo que permanecerá para siempre: Jesucristo. El apóstol Pedro dijo: “En ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hech. 4:12, RVR 95).
¿Sabes qué es lo mejor? Que para llevar el nombre de Jesús o identificarte como cristiano, no necesitas pagar ni un centavo. ¡Eso no tiene precio!