Dios: nuestro fiel pastor
“El Señor es mi pastor, nada me falta” (Salmo 23:1, DHH).
Las palabras del texto de hoy introducen el Salmo favorito de millones de creyentes alrededor del mundo. Está sin duda entre las porciones bíblicas más memorizadas, y hasta conozco personas que sienten algo especial con tan solo tener una Biblia abierta en el Salmo 23 en algún rincón de su casa. Aun cuando buena parte de esas personas ni siquiera ha visto en su vida a un pastor de ovejas haciendo su trabajo, les resulta fácil identificarse con este retrato de Dios. Es una metáfora perfecta de la relación del Señor con nosotros, sus hijos, y se nos presenta en la Biblia desde el mismo Génesis, donde leemos que Israel dijo: “El Dios que ha sido mi pastor toda mi vida, hasta el día de hoy” (48:15, NTV).
Si hay un animalito noble y dependiente es la oveja. Para ella, el pastor lo significa todo: alimento, agua, dirección, protección, descanso, sanidad, abrigo… Una oveja sin pastor es sinónimo de estar perdido, en peligro de muerte, e incapaz de regresar por sí sola al redil de la seguridad. Es cuando reparamos en todo lo que esta metáfora implica que la imagen de Dios como nuestro Pastor nos llega a ser tan amada. Ahora bien, aceptar que Dios es nuestro pastor conlleva reconocer que somos sus ovejas, es decir, dependientes de él. Es extraño, pero, aunque nos gusta sentir que Dios es nuestro pastor, nos cuesta aceptar que somos seres dependientes, y mucho más nos cuesta permitir que sea el Pastor quien nos guíe a los pastos delicados y a las aguas de reposo que se encuentran en la senda de la justicia. ¿Tienes ya la convicción profunda de que necesitas al Pastor? Si no es así, tal vez es porque no has entendido aún cómo acechan los lobos.
Evidentemente, no todos los pastores son buenos y verdaderos pastores. Algunos hacen el trabajo solo por el salario, pero sin estar dispuestos a dar a sus ovejas todo el cuidado y el amor que necesitan. Sin embargo, en el caso de Dios, el salmista nos dice algo que está expresado en términos absolutos: “¡Nada nos falta!” Piensa en todas las necesidades básicas que tienes (necesidades reales, no necesidades creadas por la publicidad o el consumismo), y verás cómo el Buen Pastor las suple todas diariamente.
Te propongo hacer un ejercicio. Lee el Salmo 23 en tu Biblia. Después, a la lista presentada en el Salmo de beneficios que recibimos del Pastor, añádele los beneficios que tú has recibido de él. ¿Ves? El Señor es tu pastor.