¿Cabeza dura?
“Me hizo bien haber sido humillado, pues así aprendí tus leyes” Salmo 119:71.
Jolynn y Eric tenían una perrita negra con la punta de la cola blanca, a la que llamaron Tippy. Era una perrita muy dulce; le encantaba jugar y tenía mucho espacio para hacerlo, porque la familia vivía en el campo. Tippy tenía total libertad para explorar el río y las colinas que rodeaban su casa.
Una noche, después de explorar un poco, Tippy llegó a casa llorando. Se había encontrado con un puercoespín que no quería jugar. Tenía la nariz tan llena de púas que tuvieron que llevarla al veterinario.
Mientras el veterinario atendía a Tippy, les dijo a Jolynn y Eric que la mayoría de los perros aprenden rápidamente que los puercoespínes no son muy juguetones al encontrárselos por primera vez. Después de tener la nariz llena de púas, la mayoría de los perros saben que tienen que mantenerse alejados de ellos. El veterinario también les dijo que si Tippy no había aprendido la lección ya, nunca lo haría.
Pasaron un par de meses y la familia creía que Tippy había aprendido esa importante lección. Pero una noche, tras una larga tarde de exploración, Tippy volvió otra vez llorando a casa.
Algunos niños, y también adultos, son un poco cabezas duras, como Tippy, y no aprenden de sus errores. Todos cometemos errores. Incluso cuando no queremos, podemos hacer lo incorrecto. Pero las personas que son inteligentes se toman esa lección muy en serio y se esfuerzan por no repetirla. ¡Ninguna persona inteligente molestaría a un puercoespín por segunda vez!
Joelle