El Sepulcro de Jesús
«En el lugar donde crucificaron a Jesús había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo donde todavía no habían puesto a nadie. Allí pusieron el cuerpo de Jesús» (Juan 19: 41-42).
Uno de los motivos principales de los turistas cristianos que viajan a Jerusalén es visitar el sepulcro de Jesús. Durante mil seiscientos años, un lugar de la parte antigua de Jerusalén se ha venerado como la tumba de Cristo. Pero en el pasado muchos eruditos han dudado de que sea el verdadero lugar.
En 1999 el doctor Martín Biddle, arqueólogo británico de la universidad de Oxford, publicó las conclusiones de una investigación de diez años en ese lugar. Su veredicto es que con un grado razonable de certeza, ese lugar que los peregrinos han reverenciado durante siglos es en realidad el lugar donde Cristo fue sepultado después de su muerte.
La tumba se encuentra rodeada por una pequeña construcción, llamada edículo o templete, en el interior de la vasta iglesia del Sagrado Sepulcro. La cripta misma, que incluye un lecho funerario de piedra, se encuentra encerrada en mármol.
El Dr. Biddle efectuó su investigación con ayuda de la fotogrametría, que es un sistema para realizar levantamientos topográficos mediante cámaras fotográficas, que producen imágenes tridimensionales optimizadas con ayuda de una computadora. El científico concluye que el lecho mortuorio original de caliza está prácticamente intacto.
La muerte y la resurrección de Jesús son el fundamento de nuestra fe. Contemplar las pruebas de su paso por este mundo nos llena de gozo. Por eso podemos proclamar junto con los ángeles que estaban en el sepulcro: «[Nuestro Salvador] ha resucitado» (Lucas 24: 6).
Tras su muerte a los sesenta y un años, los restos de Mahoma fueron trasladados a la Mezquita del Profeta, donde permanecen hasta hoy. Cuando Buda murió sus huesos fueron cremados y tasladados a Kushinagar. Las tumbas de muchos otros personajes célebres contienen sus restos, pero el sepulcro de nuestro Salvador permanece vacío.
Jesús afirmó: «Yo soy la resucción y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá » (Juan 11:25). Y podemos creer a su palabra porque él mismo resucitó de los muertos. Hoy su promesa de vida también es para ti: «Si crees, verás la gloria de Dios» (Juan 11: 40).