Dios: nuestro maestro y guía
“Te haré entender, te enseñaré el camino en que debes andar, sobre ti fijaré mis ojos” (Salmo 32:8).
Dios se ha comprometido a darnos entendimiento y a ser nuestro maestro en el arte de saber vivir con sentido y propósito. Pero, en una época en que creemos saberlo todo y tener claro el camino que queremos seguir, la idea de un Dios que nos quiere “hacer entender” y “marcar un camino” puede parecernos extraña, cuando menos, restrictiva de nuestra libertad. La cultura promueve la independencia, la autosuficiencia y el individualismo, dificultándonos así el darnos cuenta de que necesitamos un maestro que nos muestre en qué consiste la vida.
El apóstol Pablo señala sin rodeos que “no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, se echaron a perder. No hay quien haga lo bueno, no hay ni aun uno” (lee Rom. 3:11, 12). Esta es la triste condición humana, aunque no sea lo que nos dicen los medios. Esta separación de Dios nos ha llevado a quedar bajo el dominio de una mente “desviada”, que nos hace hacer cosas que ofenden a Dios, nos dañan a nosotros y perjudican a quienes nos rodean (lee Rom. 1:18-32). Así que, vivimos una realidad en nuestras mentes que no es más que una fantasía producto de nuestra separación de Dios. Desconocemos lo verdadero, no entendemos lo esencial, no sabemos cuál es el camino para llegar a Dios, la fuente de poder, sabiduría y felicidad. Visualizamos la religión como si se tratara de una lista de cosas que debemos hacer para agradar a Dios, cuando la religión es la obra de restauración que Dios quiere hacer en y por nosotros.
Con mucha paciencia, el gran Maestro nos ayuda a entender los valores de su Reino, para que nos vayamos dando cuenta de cuán equivocados estamos. Cada día, a través de su Palabra, de la naturaleza, de las relaciones interpersonales y de las diversas circunstancias que enfrentamos, Dios nos está enseñando todo lo que necesitamos saber para que él pueda volver a restaurar su imagen en nosotros. Y lo hace en forma personal, constante e ininterrumpida. ¿Nos dejaremos guiar y enseñar, como alumnos aplicados de la escuela de la vida?
Dios no delegó en nadie la tarea de re-crearte espiritualmente; es él mismo quien fija sus ojos en ti para ser tu maestro. Sal afuera y vive este día como quien quiere aprender de Dios, como quien tiene la certeza de que Dios te mira fijamente, para enseñarte a vivir.