No te rindas nunca
“Ustedes necesitan tener fortaleza en el sufrimiento, para hacer la voluntad de Dios y recibir así lo que él ha prometido” Hebreos 10:36.
Edith tenía otras cosas que hacer, pero le encantaba aprender sobre los animales e insectos que vivían en su jardín. Una mañana se fijó en un insecto que parecía una avispa. Era azul, con una pequeña cintura y unas alas transparentes de color marrón oscuro. En realidad, era una avispa de cintura de hilo, y Edith sabía que era hembra porque solo las hembras hacen nidos. El cuerpo de la avispa era de un azul metálico oscuro, y de su cabeza sobresalían dos antenas curvadas.
Cuando Edith la vio por primera vez, volaba a unos treinta centímetros del suelo, de un lado a otro, dando vueltas y más vueltas sobre la calzada de roca finamente triturada. La avispa se detenía un momento e intentaba cavar, pero algunos lugares eran demasiado duros, otros demasiado arenosos y uno tenía una roca demasiado grande para moverla. Por fin encontró el lugar adecuado y empezó a cavar. Fue sacando los trozos de roca uno a uno con la boca, volviéndolos a colocar entre las patas, lejos de la entrada del agujero. Había cavado tan profundo que no se podía ver a simple vista, pero siguió cavando y sacando trozos de pequeñas rocas.
Cuando salió del agujero, la avispa se alejó volando por encima de una valla cercana y regresó en cinco minutos con un gran gusano cortador al que había picado y paralizado. Tuvo que luchar, pero lo arrastró hasta el agujero. Edith sabía que una vez que llegara al agujero recién construido, la avispa pondría un huevo en él, llenaría cuidadosamente el agujero y luego se iría volando. Parece mucho trabajo para una avispa tan pequeña, pero no se rinde, pues tiene que asegurarse de que sus crías tendrán un lugar seguro donde crecer. Las avispas no se rinden, sino que perseveran.
Quizá alguna vez pensaste en rendirte cuando las cosas se ponen difíciles, pero recuerda que la recompensa será grande. ¡Sigue intentándolo!
Dee