El viento
“El viento sopla por donde quiere” Juan 3:8.
Los vientos en algunas partes del mundo son tan predecibles que tienen sus propios nombres. Por ejemplo, los vientos alisios reciben su nombre de la mitad de una palabra en inglés que significa “huella” o “camino”. Durante cientos de años los marineros han conocido estos caminos y los utilizaban para viajar por el mundo.
Además de los alisios, se conocen varios tipos de vientos regulares y predecibles. En las costas se producen ciertos vientos porque la tierra y el mar se calientan y enfrían a ritmos diferentes. El aire frío del mar sopla sobre la tierra durante el día y, por la tarde, el aire caliente de la tierra sopla hacia el mar.
En las montañas, el lado que da al sol se calienta más rápido que el valle. El aire caliente asciende, por lo que las brisas “suben” por la montaña y, al hacerlo, se enfrían y pierden el agua que contienen en forma de lluvia o nieve. Por la noche, el aire seco y frío desciende hacia el valle, calentándose a su paso.
Los vientos del valle, como el mistral del sur de Francia, bajan de las montañas y atraviesan los valles a velocidades de hasta 97 kilómetros por hora. Muchas ciudades de la zona construyen sus calles en sentido contrario a la dirección de los vientos para evitar ser tan ventosas.
Los vientos estacionales, como los monzones en la India, se producen por la misma razón que los vientos costeros: la tierra y el mar se calientan y enfrían a velocidades diferentes. Durante el verano, el aire cálido y húmedo es arrastrado por el mar, provocando fuertes lluvias.
No podemos ver el viento, pero sabemos que está ahí, porque podemos sentirlo y ver sus efectos. Tampoco podemos ver a Jesús todavía, pero podemos saber que está ahí cuando sentimos que el Espíritu Santo nos guía para hacer el bien, y vemos sus efectos en nuestra vida.
Vicki