Matutina para Mujeres | Jueves 25 de Julio de 2024 | Solo tres palabras

Matutina para Mujeres | Jueves 25 de Julio de 2024 | Solo tres palabras

Solo tres palabras

“Necesitamos una aceptación que sea más grande que el mayor de nuestros rechazos”. John Ortberg

Desde que lo vio a la distancia, sabía lo que sucedería: el desconocido rabino judío se alejaría del camino de ella, apartaría la mirada y evitaría la conversación. Saciaría su sed y se iría. Rápido. Predecible. Así de rudimentaria era la cultura de rechazo que marcaba las relaciones entre judíos y samaritanos. Siempre. Sin excepción. Hasta que sucedió lo inesperado.

Ella llegó al pozo, pero el rabino judío ni se inmutó; no miró hacia otro lado ni evitó la conversación. “Dame de beber”, le dijo. Solo tres palabras. Apenas una rendija que se abría en el muro del rechazo y del prejuicio social. Un muro tan antiguo como actual. Un muro que nos enseña que lo más cómodo es vivir a la defensiva. Y así vivimos, sin valentía para romper ese hielo (que es un hielo más difícil de romper que el que existe entre simples desconocidos).

Cuando una se siente sistemáticamente rechazada por cierto grupo de personas, ya no espera nada de ellas; dejar de esperar es la mejor defensa contra el dolor. Porque el rechazo duele. Pero la aceptación cura. Y así, sintiéndose curada, la mujer samaritana supo que tenía un testimonio que dar. ¿Qué cuentas tú a otras personas sobre las batallas que libras contigo misma y sobre el poder de Dios que te ayuda a vencerlas? Hay un eficaz testimonio en una herida sanada, en un error perdonado, en una caída restaurada, en un fracaso que vuelve innecesaria la base de autosuficiencia con que nos maquillamos cada mañana. Tus cicatrices cuentan una historia.

El sermón predicado por esta mujer, fruto de su encuentro con Jesús, fue breve: “Vengan a ver”. De nuevo, solo tres palabras. ¡Pero qué tres palabras! Entusiastas, motivadoras, auténticas, cristocéntricas, y en boca de una mujer cuyo testimonio llevó a toda una ciudad a creer en Jesús. Como ves, no hace falta mucha elocuencia para llevar a las almas a Cristo; lo que hace falta es transmitir la salvación que hemos encontrado en él. Una salvación que no entiende de raza, edad, idioma ni absurdos prejuicios sociales.

¿Vives tras un muro que te priva del contacto con mujeres de otras religiones, de otros estilos de vida, de otras procedencias o maneras de pensar? Puedes tender puentes dando un testimonio sencillo pero eficaz del poder de aceptación que hay en el evangelio. Porque “necesitamos una aceptación que sea más grande que el mayor de nuestros rechazos”.

“¿Cómo es que tú, siendo judío, me pides agua a mí, que soy samaritana?” (Juan 4:9).

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