Consolados
“Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Timoteo, a la iglesia de Dios que está en Corinto, con todos los santos que están en toda Acaya: Gracia y paz a vosotros de Dios nuestro Padre, y del Señor Jesucristo” (2 Corintios 1:1, 2).
En la primera carta a los Corintios, Pablo es objetivo y práctico. En esta segunda Epístola, Pablo es subjetivo y personal. En el capítulo 1 de esta segunda carta, el apóstol nos enseña lecciones muy importantes.
1. Dios nos conforta, nos asiste en nuestros desafíos y tribulaciones con el propósito de que tengamos la sensibilidad de auxiliar a personas que pasan por alguna tribulación.
2. Pablo fue un fiel siervo de Dios, pero enfrentó muchas dificultades. Ninguno de nosotros está libre de enfrentar desafíos y problemas.
3. Un aspecto esencial en la vida cristiana es vivir con sinceridad y sencillez ante Dios.
4. Lo que nos sostiene en los momentos de prueba y desafío es la fe en Dios. Por eso, nuestra fe debe fortalecerse en los momentos de calma.
Además, el autor declara que Dios es padre de misericordias; es decir, es la fuente y el origen de la misericordia. Es quien nos consuela en toda tribulación, angustia, apremio y dificultad. “Consolar” es más que aliviar, fortalecer, acompañar: significa “Dios al lado de nosotros”. Limitado por su humanidad, Jesús no podía estar en todo lugar al mismo tiempo; por eso, envió a otro Consolador, al Espíritu Santo, a fin de que esté con nosotros para siempre.
Dios puede salvarnos del horno de fuego o acompañarnos en él. Este fue el caso de Frances Ridley Havergal, que nació en Inglaterra en 1836. Su padre fue un predicador y compositor de himnos. Frances no gozó de buena salud a lo largo de su vida, marcada por constante debilidad física. Pero Dios le dio una mente muy brillante e inteligente. A los cuatro años aprendió a leer, a los siete años compuso sus primeros poemas y memorizó largos pasajes de la Biblia. Luego, aprendió siete idiomas (incluso griego y hebreo). A los once años perdió a su madre.
Ella es la compositora del himno que dice: “Que mi vida entera esté consagrada a ti Señor. Toma ¡oh, Dios! mi voluntad y hazla tuya, nada más”. Murió tan solo con 42 años. Tuvo una vida corta, pero fructífera, confiada y dependiente del Señor.
Las aflicciones del justo pueden ser muchas, pero de todas nos librará el Señor. Él promete su consuelo. Confiemos y dependamos de él.