Un muchacho misterioso
«Para que, después de hacernos justos por su bondad, tengamos la esperanza de recibir en herencia la vida eterna» (Tito 3: 7).
Cuenta la historia que un día del año 1828, un joven de diecisiete años llegó hasta Nuremberg, Alemania. Deambuló por las calles hasta que fue observado por un zapatero. «¿Puedo ayudarte?» —le preguntó el zapatero—. «¿Adónde vas?». El muchacho no sabía a dónde iba ni de dónde venía, y ni siquiera podía hablar alemán. Todo lo que sabía era su nombre, Kasper Hauser. Una nota que llevaba consigo decía que había sido abandonado cuando era bebé y ahora deseaba unirse al ejército.
Con la ayuda de un maestro, Kasper aprendió a hablar el idioma. Entonces contó lo que recordaba de su vida. Desde muy niño lo habían mantenido en un cuarto reducido con un piso sucio y ventanas cerradas. Dormía sobre un montón de paja y comía poco. Kasper se convirtió en el hombre misterioso de Europa, generando la curiosidad de muchos para determinar su origen y su posible parentesco. Algunos especulaban que provenía de una familia real, y empezaron a recopilar evidencias para respaldar su teoría. Sin embargo, antes de que su identidad pudiera ser confirmada, Kasper fue asesinado mientras paseaba por un parque. Evidentemente alguien sabía quién era en realidad y no deseaba que se descubriera su verdadera identidad.
¿Era Kasper un príncipe? ¿Era él el heredero de una fortuna o de un trono? No lo sé. Sin embargo, lo que sí sé es quién eres tú. Eres un príncipe o princesa, un heredero de un palacio y una corona. Jesús murió en la cruz del Calvario para que fueras llamado hijo del Rey del cielo. Pero Satanás hará todo lo posible para que no reconozca tu verdadera identidad. Él desea mantenerte encarcelado en el pecado para que nunca experimentes el honor y la felicidad que deberían ser tuyos como hijo o hija de Dios. Él no escatimará esfuerzos para esconder tu verdadera identidad y prefiere verte muerto antes de permitir que reclames tu herencia eterna.
No dejes que el enemigo te engañe y te haga olvidar tus orígenes. Aférrate a Jesús, el único que puede revelarte quién eres y cuál es su plan en tu vida. Él mismo dijo: «La vida eterna consiste en que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú enviaste» (Juan 17: 3).