Mucho más que un millón de dólares
“Los actos revelan los principios y las motivaciones”. Elena de White
Una joven rica viajó a la India para observar la obra iniciada por Teresa de Calcuta. Una vez allí, vio cómo una monja, arrodillada en plena calle, limpiaba las heridas de un leproso. Cuando terminó de hacerlo, las dos caminaron juntas de vuelta, y la joven le dijo a la monja:
—Yo no podría hacer eso que usted hizo ni por un millón de dólares.
—Yo tampoco podría hacerlo por un millón de dólares —le respondió la monja.
¿Y tú? ¿Qué podrías hacer, por qué razones lo harías y cuáles son las recompensas que esperarías a cambio, si es que esperas alguna? En otras palabras: ¿cuáles son los motivos que te llevan a ser como eres, a hacer lo que haces y a decir lo que dices? ¿Pones conscientemente tus motivaciones en sintonía con la luz del Señor? Esto es esencial para la mujer cristiana, pues “la luz del Señor penetra el espíritu humano y pone al descubierto cada intención oculta” (Prov. 20:27, NTV). Una vez al descubierto esas motivaciones ocultas que nos alejan de lo que debería motivarnos realmente en la vida, trabajar con ellas es una labor más fácil de acometer, en oración.
Elena de White señala la dirección a seguir para poner nuestras motivaciones en sintonía con la luz del Señor: “Hagamos de la sagrada Palabra de Dios nuestro tema de estudio, aplicando sus santos principios en nuestra vida. Andemos delante de Dios con mansedumbre y humildad, corrigiendo diariamente nuestras faltas. No separemos, por un orgullo egoísta, a nuestro ser de Dios. No acaricien ningún sentimiento de altiva supremacía, considerándose mejor que los otros. […] Hallarán descanso y paz al someter su voluntad a la voluntad de Cristo. El amor de Cristo reinará entonces en el corazón, poniendo las motivaciones secretas de la acción bajo el dominio del Salvador” (Mensajes para los jóvenes, pp. 69, 70).
“Los que llegan a ser discípulos de Cristo encuentran que se les proporcionan nuevos motivos de acción y que adquieren nuevos pensamientos, de los que deben resultar nuevas acciones. […] No tiene término la lucha de este lado de la eternidad. Pero, aunque hay que sostener batallas constantes, también hay preciosas victorias que ganar; y el triunfo sobre el yo y el pecado es de más valor de lo que la mente puede estimar” (Mente, carácter y personalidad, t. 1, p. 6). Es de más valor, diría yo, que un millón de dólares.
“A cada uno le parece correcto su proceder, pero el Señor juzga los motivos” (Prov. 16:2, NVI).