Heraldo, apóstol y maestro
“Ésta es la tercera vez que voy a vosotros. Por boca de dos o de tres testigos se decidirá todo asunto” (2 Corintios 13:1).
En 2 Corintios 13, encontramos palabras finales del apóstol Pablo a la iglesia de Corinto que contienen grandes consejos.
1. Pablo promete ser firme con todos, y anima a los padres y a las madres a cumplir su papel.
2. Cristo fue crucificado, pero está resucitado y vive por el poder de Dios.
3. La fe requiere constante evaluación personal.
4. La verdad permanecerá, a pesar de sus opositores.
5. Debemos orar y trabajar por el crecimiento espiritual de los demás.
6. Es deber de todo hijo de Dios querer el bien y buscar el bien de todos.
7. La presencia de Dios con nosotros es la única manera de vivir en paz entre nosotros.
Hagamos como Pablo: siempre trabajemos en favor del crecimiento de la iglesia. Y que constantemente busquemos ayudar al prójimo a desarrollarse, para el honor y la gloria de Dios.
Pablo fue constituido predicador, apóstol y maestro de los gentiles. Se presenta con los títulos de heraldo, apóstol y maestro. Heraldo, por cuanto su obligación es proclamar los mandatos del que representa; apóstol, porque ha sido llamado, establecido y enviado por Dios; y maestro, porque tiene que enseñar a aquellos para quienes ha sido designado.
El apóstol entiende y vive la comisión de hacer discípulos, busca siempre cumplir con el propósito divino de hacer discípulos. Pablo no es un solitario evangelista, sino el comandante de un grande y creciente círculo de misioneros; por eso, trabaja en la iglesia y por la iglesia.
Pablo entendió también que no solo él como apóstol, sino todos los apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros son depositarios de dones que Dios dio a la iglesia, enviados con el propósito de equipar, entrenar y disciplinar a los creyentes para el crecimiento de la iglesia y el cumplimiento de la misión.
Elena de White nos anima: “¿Apreciáis tan profundamente el sacrificio hecho en el Calvario que estáis dispuestos a subordinar todo otro interés a la obra de salvar almas? El mismo intenso anhelo de salvar a los pecadores que señaló la vida del Salvador se nota en la de su verdadero discípulo. El cristiano no desea vivir para sí. Se deleita en consagrar al servicio del Maestro todo lo que posee y es. Lo impulsa el deseo inefable de ganar almas para Cristo” (Maranata, el Señor viene, p. 99).