Cristianas modernas
“Mujer virtuosa, ¿quién la hallará? Su valor sobrepasa largamente al de las piedras preciosas”
(Prov. 31:10, RVR 95).
Estamos en la era de la posmodernidad. Sin duda los cambios en la vida social, económica y política han traído nuevas demandas a la mujer, lo que, en algunos casos, nos ha llevado a renunciar al hogar para ser parte del engranaje social. Nos ha exigido convertirnos en una especie de “mujer maravilla”, asumiendo en algunos casos, con cierto grado de arrogancia, el rol de madre y esposa, además de realizar un trabajo asalariado fuera de casa. Esto nos impulsa a buscar una condición que nos coloque a la par de los varones, como si la vida fuera una competencia o una guerra de sexos.
Las mujeres de Dios no somos ajenas a estas demandas; sin embargo, debe quedarnos claro que la conducción del hogar es una empresa de gran envergadura. Debemos desarrollar pasión por lo que hacemos en él; la pasión es lo que nos permite ser perseverantes hasta lograr nuestros objetivos, pase lo que pase. Criar hijos es un proceso, en ocasiones agotador, que exige esfuerzo, perseverancia y paciencia, y solo se logrará teniendo a Dios como nuestro ayudador.
Ser apasionadas por Dios, visionarias y fieles a la misión son las tres características que nos harán mujeres modernas y cristianas, sin pretender asumir los modelos del mundo. Seremos aptas para esta tarea si nos mantenemos en:
- Superación constante, personal y profesional. Hay que superarse constantemente en las labores del hogar, la maternidad y la convivencia familiar.
- Unidad con los varones. Debemos desarrollar un sentido de complementariedad y no de competencia, para que juntos podamos trascender como seres humanos, como pareja, como padres y como compañeros de trabajo.
- La búsqueda de equilibrio entre el tiempo dedicado a Dios, a mi desarrollo personal, a mi trabajo y a los demás.