Matutina para Adultos | Martes 25 de Febrero de 2025 | Agua que transforma la vida

Matutina para Adultos | Martes 25 de Febrero de 2025 | Agua que transforma la vida

Agua que transforma la vida

«El agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna» (Juan 4: 14).

Helen Adams Keller había nacido el 27 de junio de 1880 en Tuscumbia, Alabama, EE. UU., en una familia acomodada. A los 19 meses, una fiebre altísima la dejó ciega y sorda. Y al no poder oír, tampoco pudo desarrollar el habla. Frustrada y aislada del mundo, aquella niñita se convirtió de pronto en una criatura salvaje e ingobernable. Alexander Graham Bell, que además de inventar el teléfono era una autoridad en la enseñanza del lenguaje para sordos, puso a la familia en contacto con la maestra Anne Sullivan, quien entró en la vida de Helen cuando esta todavía no tenía siete años.

El mundo interior de la pequeña Helen estaba como muerto, vacío. Era como un desierto árido y sin horizontes. Su joven maestra, tras haber quedado casi ciega ella misma, había desarrollado un método que consistía en hacer que Helen tocase un objeto y deletrear su nombre sobre la mano. Y fue así como se produjo lo que Helen llamó más tarde, en sus escritos, «el milagro del agua».

Fue el día en que Anne, su maestra, puso las manos de su alumna bajo una fuente y le deletreó la palabra «agua». Helen describe con estas palabras lo que representó para ella aquella revelación: «Caminamos hasta el pozo y mi maestra colocó mi mano debajo de la boquilla. Mientras la corriente fría brotaba sobre una mano, ella deletreaba en la otra la palabra “a-g-u-a”, primero lentamente, luego rápidamente. Me quedé quieta, toda mi atención se fijó en los movimientos de sus dedos. De repente tomé conciencia de algo olvidado, la emoción de volver a pensar, y de alguna manera se me reveló el misterio del lenguaje. Supe entonces que “agua” significaba algo maravilloso que fluía sobre mi mano. Esa palabra me dio luz, esperanza, alegría, liberó mi alma».25

En un entorno tan árido como el palestino, el agua era y sigue siendo el símbolo por excelencia de la vida. En el ámbito espiritual no hay nada en este mundo como la palabra de Cristo para proveernos vida espiritual, un «agua» capaz de darnos vida eterna.

Si para la niña Helen el encuentro con el agua, de la mano de su maestra, fue una revelación que transformó su vida, te pido, Señor, que el encuentro renovado contigo y con tu Palabra me dé hoy el agua de vida que necesito.

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