Matutina para Jóvenes | Martes 11 de Marzo de 2025 | Religión al estilo vulcano

Matutina para Jóvenes | Martes 11 de Marzo de 2025 | Religión al estilo vulcano

Religión al estilo vulcano

“Un momento para llorar, y un momento para reír. Un momento para estar de luto, y un momento para estar de fiesta” (Ecl. 3:4)

“Larga vida y prosperidad”. Con esta icónica frase, acompañada del gesto correspondiente se suele despedir el comandante Spock, segundo al mando del USS Enterprise. ¿Por qué? Pues porque este es el saludo habitual de su planeta de origen. El señor Spock es vulcano. Bueno, mitad vulcano y mitad humano.

Los vulcanos como Spock, interpretado originalmente por Leonard Nimoy y luego por Zachary Quinto, son personajes interesantes. Su frialdad y serenidad se debe a que en su planeta se practica una disciplina llamada “kolinahr”, que consiste en suprimir por completo las emociones para llevar un estilo de vida completamente racional.

He conocido muchos cristianos que, si bien no son seguidores de la franquicia de Star Trek, parece que han adoptado un estilo de cristianismo muy parecido a la disciplina vulcana del kolinahr: se han propuesto eliminar por completo las emociones de su relación con Dios. Cuanto más frío, lógico e intelectual sea la adoración, mejor. ¿Será esto cierto?

La mala fama que algunos le atribuyen a las emociones quizá se deba a que las asocian con parte de los aspectos irracionales, incontrolables y subjetivos de la humanidad. No obstante, una lectura cuidadosa de la Biblia nos recordará que fuimos creados a imagen y semejanza de Dios (ver Gén. 1:26), un Dios que es amor (1 Juan 4:8).

La Biblia es una obra repleta de emociones. Quizás el ejemplo más claro es el libro de los Salmos. En él, los salmistas, bajo inspiración divina, expresaron amor (Sal. 18:1), tristeza (Sal. 31:10), desánimo (Sal. 42:5), vergüenza (Sal. 44:15), gozo (Sal. 21:1, NBV), gratitud (Sal. 35:18) e incluso frustración y enojo (Sal. 69 y 109).

Las emociones son parte inseparable de nuestra experiencia humana. En lugar de reprimirlas, debemos presentarlas delante de Dios, tanto las agradables como las que no lo son (ver 1 Ped. 5:7 y Fil. 4:4-7). Dios puede comprendernos y ayudarnos a gestionarla, después de todo él no solo tiene planes y pensamientos (ver Jer. 29:11), sino también emociones (1 Juan 4:16).

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