Matutina para Adultos | Jueves 30 de octubre de 2025 | El gozo de dar

Matutina para Adultos | Jueves 30 de octubre de 2025 | El gozo de dar

Matutina para Adultos

«Jesús estaba observando a los ricos que depositaban sus ofrendas en el arca del templo, y vio que una viuda muy pobre depositaba allí dos moneditas de poco valor. Entonces dijo: «En verdad les digo, que esta viuda pobre ha echado más que todos. Porque todos aquellos ofrendaron a Dios de lo que les sobra, pero ella puso, en su pobreza, todo lo que tenía para su sustento»» (Lucas 21: 1-4, RVC).

Me emociona meterme en los sentimientos de esta pobre mujer. La generosidad es el gozo que desborda ante la posibilidad de asistir a quienes son menos privilegiados que nosotros. Podríamos decir que la generosidad verdadera es el amor en acción.

Ante las necesidades del mundo, Jesús invita a sus discípulos, y a nosotros con ellos, a observar a esta viuda y a comprometernos a continuar su obra por el radiante camino de la solidaridad. A abrir las fronteras de nuestros prejuicios, a dejar de justificarnos con nuestras excusas, a derribar los muros de nuestros miedos, a salir de una vez de nuestras trincheras. A compartir nuestra esperanza, nuestra fe, nuestro amor, nuestros talentos, nuestros privilegios y nuestros recursos con generosidad y alegría.

Los diáconos de nuestra iglesia acababan de pasar la bolsa de la ofrenda cuando un hermano se acercó al tesorero muy afligido y le dijo:

—Por favor, hermano, resulta que yo quería poner en la ofrenda 5 euros, pero me equivoqué y puse un billete de 50. Por favor, devuélvame la diferencia.

A lo que el tesorero le respondió:

—Lo siento mucho. Este es el dinero del Señor, no puedo dárselo a usted, así como así. Molesto, el hermano le respondió:

—Está bien. Ahora habré dado al Señor 50 euros. A lo que el tesorero replicó sin pensarlo dos veces:

—No, querido hermano. A los ojos de Dios usted solo ha dado 5.

Cuando ante las necesidades del mundo y de la obra de Dios la gracia divina irrumpe en nuestro corazón, este desborda como un manantial de solidaridad. Y despierta impulsos generosos insospechados, actos extraordinarios de compasión, signos inequívocos de que el Espíritu divino ya está produciendo en nuestros corazones el prodigioso fruto del amor.

¿Qué espera Jesús de nosotros ante las necesidades de nuestros semejantes más desfavorecidos? Aquel que sabe perfectamente lo que compartimos también ve, con toda claridad, como en el caso de la viuda, lo que nos queda en el bolsillo o en nuestras cuentas bancarias.

A la hora de dar, recuérdame, Señor, que tú tienes otro modo de contar que nosotros. Inspírame hasta dónde deseas que llegue mi solidaridad.

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