
Misericorida
«El Señor te ha dado a conocer lo que es bueno, y lo que él espera de ti, y que no es otra cosa que hacer justicia,
amar la misericordia» (Miqueas 6:8, RVC).
La ciudad de Calais estuvo sitiada durante un año por el ejército del rey Eduardo III, por lo que el alimento se agotó al grado de que los habitantes comenzaron a consumir perros y ratas. Finalmente, el gobernador de Calais levantó la bandera de la paz como símbolo de entrega; sin embargo, el rey Eduardo III no aceptó la tregua. Impulsado por su sed de muerte, envió a decir al gobernador que le mandara seis hombres, de los más importantes; sin zapatos, con la cabeza descubierta, con una soga en el cuello y con las llaves de la ciudad. «Al matar a esos seis, libraré a toda la ciudad», anunció el rey.
Al llegar la noticia al pueblo, Eustacio, uno de los mercaderes más influyentes dijo: «Es mejor que mueran seis y que todos los demás se salven». Luego, se ofreció a ir, con gusto, a la horca. Poco a poco, se le unieron cinco personas más y caminaron hacia su destino final. Cuando estaban a punto de morir en la presencia del rey, se oyó una voz que dijo: «¡Esperen! Si me amas, concédeme esta petición: ¡Ten misericordia de estos seis hombres!» Aquella era la súplica misericordiosa de Filipa, nada más y nada menos que la reina, esposa de Eduardo III. Su petición fue concedida y, llevando a los hombres a las carpas, les dio alimentos, ropas nuevas y muchos regalos. Después los envió con bastantes provisiones para las personas hambrientas en Calais.
Hacer misericordia es una acción que solo podemos llevar a cabo cuando hemos aprendido a imitar los gestos de Jesús. Con frecuencia, actuamos como el rey Eduardo, cortando cabezas y divulgando las faltas de quienes creemos que han actuado mal. Y, aunque es verdad que a toda acción mala sobreviene una consecuencia, muchas veces nos atribuimos llevar a cabo una sanción que no nos corresponde. Eso no es de cristianas.
Jesús hizo misericordia con la mujer sorprendida en adulterio, hizo misericordia con Pedro y hoy desea que tú y yo seamos misericordiosas. Si tienes en tus manos el poder de hacer misericordia, hazlo como Filipa. Pidamos al Señor que nos ayude a hacer uso de la misericordia y proveer al mundo el alimento físico y emocional que tanto le falta.

