Las dos multitudes
“Poco después Jesús, en compañía de sus discípulos y de una gran multitud, se dirigió a un pueblo llamado Naín” (Luc. 7:11, NVI).
Una vez, escuché un sermón acerca de las multitudes. Se menciona esa palabra con mucha frecuencia para referirse a la época de Jesús. Se movían grandes masas, tanto para seguirlo como para perseguirlo.
En esta ocasión, se chocaron dos multitudes.
Jesús venía acompañado de sus discípulos y de una gran multitud. Acababa de realizar un milagro, y venían llenos de vida. Pero al acercarse a la entrada del pueblo de Naín, se enfrentaron a otro grupo grande de gente. Ellos no venían felices ni llenos de vida. Todo lo contrario.
Una mujer viuda, desposeída de bienes y marido (con todo lo que eso implicaba en esa época), acababa de perder a su único hijo. ¡Qué panorama desolador le esperaba!
Jesús se compadeció de ella y le dijo: “No llores”. Podría haber tocado el féretro antes o haber realizado alguna maniobra milagrosa al instante, pero primero se acercó a la mujer, quebró esa barrera que se había generado entre las dos multitudes y mostró una vez más que su evangelio era de relaciones. “Jesús estaba por cambiar su pesar en gozo, pero no podía evitar esta expresión de tierna simpatía” (El Deseado de todas las gentes, p. 285). ¡Qué hermoso! No podía evitarlo… Ojalá las cosas que a nosotros nos cuesta evitar fueran tan buenas como la compasión de Cristo.
Las dos multitudes se reunieron alrededor del féretro y, al ver que el hijo de la viuda resucitaba, hicieron silencio reverente y luego comenzaron a glorificar a Dios.
En ambas multitudes había un mismo sentir.
¿En qué multitud sientes que estás hoy? ¿Vienes feliz por haber presenciado recientemente un milagro? ¿Vienes en la multitud del éxito? ¿O estás pasando por uno de los momentos más oscuros de tu vida? ¿Estás rodeado de gente que se lamenta todo el tiempo?
¿Estás saliendo en vez de entrar? ¿Sientes que hay una barrera que dificulta tu llegada al Maestro?
Jesús no solo trajo vida. Trajo acceso y cercanía y, así como con voz potente llamó al joven en esa ocasión, hoy devuelve vida y renueva fuerzas a los que se acercan a él.
¿Conoces a alguien que ha perdido un ser querido hace poco? Con cariño y empatía busca la forma de recordarle que Jesús es vida, que se está aproximando con una multitud y que puede contagiar lo que viene de él, para bien. Porque no puede evitarlo…