Gratitud
“Sobre todo, vestíos de amor, que es el vínculo perfecto. Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo. Y sed agradecidos. Soportaos unos a otros y perdonaos unos a otros” (Colosenses 3:14, 15).
El amor es la gracia que corona todo, es una rica vestidura que cubre y da brillo y valor a todas las demás virtudes. Para los hebreos, es un ligamento, o vínculo, que indica algo que une, liga y cohesiona.
“Sin el cinturón del amor, todas las demás virtudes son inútiles; es decir, penden del cuerpo, peligrosamente aflojadas, a punto de caerse”, dijo E. F. Scott. “El amor es el poder motivador de la fe, es la suprema gracia cristiana; por eso, el amor no le hace al prójimo sino solo aquello que es bueno”, sostuvo F. F. Bruce. Es este amor lo que une, liga, realza, valoriza todas las virtudes en una sola persona; el mismo amor que nos liga con las otras personas, en un mismo cuerpo de creyentes.
En las cartas de Filipenses y Corintios, Pablo se refiere a la paz como un custodio, una protección. Cuando el amor y la amargura contienden por la supremacía, la paz es el árbitro para definir la lucha y resolver la contienda; tanto en los conflictos interiores como en los exteriores, o en el individuo consigo mismo o en su relación con los demás.
Como cristianos, vivimos en paz y agradecidos. Filón de Alejandría, el filósofo judío contemporáneo de Jesús y los apóstoles, escribiendo acerca de los primeros cristianos, dice que a menudo pasaban toda la noche cantando himnos y salmos de gratitud. Plinio el joven, escritor romano del siglo I d.C., al enviar un informe de los primeros cristianos al emperador Trajano, le escribió: “Se reúnen al alba para cantar himnos a Cristo como Dios”. ¡Qué bueno que nos conozcan e identifiquen como personas agradecidas! La gratitud nace en el reconocimiento de quién soy yo y quién es el otro.
Elena de White nos dice: “Comience por agradecer al Señor por su hogar, por el agradable ambiente que la rodea y por las muchas bendiciones temporales que le concede. Al corresponder con gratitud al Señor por su bondad, puede hacer algo por aquel que lo hizo todo por usted. Considere la profundidad de la compasión que el Salvador manifestó hacia usted. Por usted dio su vida y sufrió cruel muerte de cruz. ¿No puede alabar a Dios por esto?” (Cada día con Dios, p. 43).