Sábado 23 de Octubre de 2021 | Matutina para Adultos | Cadenas de oro

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Cadenas de oro

“Porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe y fueron atormentados con muchos dolores” (1 Timoteo 6:10).

El amor al dinero “es la metrópolis de todos los males” (Demócrito), “el deseo del cual brotan todos nuestros males” (Séneca); “es la madre de todos los males” (Focílides), “el origen de las mayores transgresiones de la ley” (Filón). 

La Biblia tiene más de dos mil referencias al dinero, cuatro veces más que respecto a la oración y la fe. Es el tema más mencionado por Cristo, ya que más de dos tercios de las parábolas tienen que ver con el dinero y las posesiones materiales. 

Pablo va siempre a la raíz del tema. No se queda en las ramas. Con el dinero se puede comprar muchas cosas, tanto buenas como malas. Por eso, Pablo dice que el problema no está en la rama (el dinero) sino en la raíz (el amor al dinero). 

Hay quienes por amor al dinero sacrifican todo principio de moral, ética o religioso. El problema está en la codicia. La abundancia puede producir más daño que la escasez. El joven rico se fue triste por su camino, por haber priorizado su amor por el dinero por encima del amor a Cristo.

A lo largo de sus escritos, Pablo nos responde preguntas fundamentales. ¿Para quién vivimos? Para mí, el vivir es Cristo. ¿Qué es más importante, el motivo o la cantidad? El motivo. ¿Con qué actitud debemos dar? Dios ama el corazón que da con alegría.

Jesús mismo dijo que, para ser sus discípulos, debemos renunciar a las posesiones en el sentido de prioridad y a todo lo que nos aleje de Dios. “Las riquezas son el ídolo de muchos. El amor al dinero y el deseo de acumular fortunas constituyen la cadena de oro que los tiene sujetos a Satanás. Otros adoran la reputación y los honores del mundo. Una vida de comodidad egoísta, libre de responsabilidad, es el ídolo de otros. Pero estos lazos de servidumbre deben romperse. No podemos consagrar una parte de nuestro corazón al Señor y la otra al mundo. No somos hijos de Dios a menos que lo seamos enteramente” (Elena de White, El camino a Cristo, p. 44).

¡Cuidado! El diablo trabaja con lazos para enlazar y con cadenas que, aunque sean de oro, buscan esclavizarnos y llevarnos a la ruina. Mejor deja guiarte por las cuerdas de amor de Jesús. “Cuando Cristo murió en la cruz, los bolsillos de Dios se vaciaron. Él gastó todo; él no podía dar más que darse a sí mismo” (David Swartz).

Él se dio entero por nosotros, para que nosotros enteramente nos demos para él.

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