El primer miedo
Dios el Señor llamó al hombre y le dijo: “¿Dónde andas?”. Y él respondió: “Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, pues estoy desnudo. Por eso me escondí”. Génesis 3:10, RVC.
El miedo es la primera emoción mencionada en la Biblia. ¿Cuándo nació el miedo? ¿Antes o después del pecado? Un famoso escritor cristiano asegura que si Eva no hubiese tenido miedo de la serpiente, la habría confrontado con éxito, pero tanto Eva como Adán hablaron poco, no supieron manejar el miedo y el miedo los manejó a ellos. De acuerdo con esta teoría, el miedo antecedería al pecado. Sin embargo, el Comentario bíblico adventista da una explicación mucho más acertada: “Pero el sonido de la aproximación de Dios fue entonces un motivo de alarma. Ambos sintieron que de ninguna manera se atrevían a encontrarse con su Creador. Ni la humildad ni el pudor fueron la razón de su temor, sino un profundo sentimiento de culpabilidad” (1CBA. p. 243). Es verdad, el miedo apareció cuando nuestros primeros padres enfrentaron a Dios después de pecar.
El miedo no es algo exclusivo de un género específico. Fue Adán quien, al darse cuenta de su condición, lo confesó primero. Un miedo mal manejado lleva al pecado, y el pecado nos lleva a escondernos. Como todos hemos pecado, todos nos escondemos; tal vez no detrás de arbustos, pero quizá detrás de un horario recargado, detrás de un mal carácter, incluso detrás de responsabilidades eclesiásticas. Deseamos evitar el contacto con Dios porque sabemos que lo hemos defraudado; pero la buena noticia es que Dios no nos abandona, está listo para ofrecernos su perdón y vestirnos con su propia justicia.
¿Qué haces cuando tienes miedo? ¿Te escondes? ¿Lo confiesas? ¿Lo ignoras? El miedo de Adán lo llevó a culpar a su esposa y, en última instancia, a Dios mismo, que es quien había creado a Eva. Y tú, ¿culpas a otros de tus propios actos cuando tienes miedo? Algo “positivo” del miedo es que nos hace ver nuestra débil condición. Expresa tus miedos, confiésalos a Dios, reconoce tu condición y acepta el perdón divino. Haz un inventario de tus miedos: ¿Cuáles son producto de la desobediencia? ¿A quién culpas cuando tienes miedo? ¿Qué miedos te están llevando a pecar y esconderte de Dios?
Acércate confiadamente a tu Padre celestial. Jesús te ama demasiado como para abandonarte cuando sientes miedo y dejarte con dudas de su gracia infinita. Él sabe que nada hay que abrigue más miedo que la ignorancia de la gracia divina.
Amén, gracias Padre, porque cuanto más peco, tu gracia abunda para mi, alabado sea tu nombre de eternidad en eternidad, Amén
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